Así se
intitula el libro de Joan Estruch, doctor por la universidad de Barcelona,
catedrático de Instituto y especializado en el estudio del movimiento comunista
internacional. El libro está editado por Ediciones Temas de Hoy, 2.000, 302
páginas, incluido el Índice Onomástico.
En el Prólogo
del libro, página 16, se lee:
“El drama
histórico del PCE —escribe el autor en el prólogo— reside en que su larga lucha
contra el fascismo no ha sido siempre auténtica lucha por la democracia. A
partir del Frente Popular, lucho y defendió la democracia frente al fascismo,
pero esa lucha tuvo un sentido táctico, ya que sólo era un medio para la toma
del poder, un poder en el que sería suprimida la ‘democracia burguesa’. Así,
durante la guerra civil, mientras los comunistas españoles luchaban contra el
fascismo, el PCE apoyaba la represión estalinista en la URSS y reprimía
violentamente a sus rivales (POUM) en España. Del mismo modo, durante los años
del franquismo, el PCE combinaba la lucha por las libertades con la asfixia de
cualquier discrepancia en el interior de su organización. Su defensa de la
libertad quedaba, pues, desautorizada por su obediencia ciega al modelo
soviético. Sólo a partir de los años setenta comenzará a afrontar esa
incoherencia con objeto de ganar credibilidad democrática y consolidar su papel
hegemónico dentro de la oposición franquista”.
A continuación,
también se lee:
“Desde su
bolchevización en los años treinta, el PCE mantuvo unas estructuras
organizativas y un funcionamiento stalinistas: prohibición de cualquier
discrepancia, despotismo de los dirigentes, combinado con el culto a la
personalidad, enorme peso del aparato burocrático, dependencia económica de la
URSS . . . Durante la clandestinidad, ese funcionamiento se justificaba con la
coartada de la defensa frente al acoso policial. Pero cuando llegó la
democracia ya no pudo sostenerse la contradicción entre las consignas
democráticas de puertas afuera y los métodos antidemocráticos de puertas
adentro. Estas contradicciones ideológicas y organizativas, proyectadas hacia
la sociedad, provocaron la progresiva marginación política del PCE. Este
fracaso propio, unido al hundimiento del sistema soviético, lo dejarían desprovisto
de su histórica razón de ser”.
La propaganda
comunista siempre ha sido enorme, hasta tal punto que hubo insensatos que lo
comparaban con el cristianismo. En la página 31 se puede leer:
“La
primera referencia elogiosa a la revolución bolchevique no aparece en El Socialista hasta marzo de 1918 y no procede la
dirección del partido, sino del Grupo de Estudiantes Socialistas, del que más
adelante saldrían los fundadores del PCE Español. El artículo está firmado por
Manuel Cardenal, joven universitario que demostraba estar muy mal informado
respecto a la ideología bolchevique, ya que entendía que los bolcheviques eran
seguidores del pacifismo cristiano de Tolstoi:
“A la fuerza injusta del imperialismo
alemán van a oponer los rusos, según la proclama de Trotsky, una resistencia de
brazos cruzados. No quieren los rusos devolver mal por mal ( . . .) En 1918 se
vence el odio a la guerra con el amor. Frente a las bayonetas alemanas, los
revolucionarios rusos oponen sus corazones generosos. ¡Y son más fuertes los
corazones que las bayonetas! A través de Europa ensangrentada, ya os saludamos,
¡oh, nobles revolucionarios rusos!
“Esta
versión cristianizante de la revolución rusa no constituía un caso aislado.
Eran bastantes los jóvenes universitarios de clase media que encontrarían en el
comunismo “un magnífico sustituto de la fe cristiana perdida”, en palabras de
un joven estudiante de Derecho, José Antonio Balbontín, que escribía poemas a
la revolución rusa, materialización del “Reino de oro que el Cristo soñara”.
La verdad es
que nos hace gracia este comentario del citado Manuel Cardenal, sobre todo en
lo referente a las bayonetas y a los corazones generosos. No cabe duda de que
Santiago Carrillo no coincide con él, cuando dijo aquello de:
"La
caída rápida, estrepitosa y sin oposición de los regímenes de Europa oriental,
se debió a que el comunismo fue impuesto por las bayonetas del Ejército Rojo.
Cuando las bayonetas dejaron de sostener a esos regímenes, se cayeron”.
“¡Historieteros”
del régimen, “catedraticoides” paniaguados, promotores de la “memoria
democrática”, uníos y leed un poco de este magnífico libro!!
Continuará.
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