Como decíamos
en el artículo anterior, este libro desmonta todo el mito comunista en general,
así como el de sus miembros.
“Paralelamente
al Congreso del PSOE, los anarcosindicalistas de la CNT, en pleno auge de
crecimiento organizativo y radicalización ideológica, celebraron otro congreso
en Madrid, en el que se adhirieron a la Comintern “provisionalmente”, debido a
su “carácter revolucionario”. Se trataba de un sorprendente giro que
rompía con su tradicional apoliticismo anarquista. De los tres representantes
elegidos para llevar a Moscú la adhesión, sólo el sindicalista Ángel Pestaña
pudo llegar a su destino. En julio de 1920 participó en las sesiones del
Segundo Congreso de la Comintern. En su intervención rechazó la necesidad de
partidos políticos para llevar a cabo la revolución, alegando que “la historia
muestra que las revoluciones, comenzando por la gran Revolución francesa, se
han hecho sin partido”. Trostky le interrumpió gritando: “¡Usted olvida a los
jacobinos!”. El choque era ilustrativo de la gran distancia ideológica que
mediaba entre el espontaneísmo anarquista y el elitismo comunista. Durante su estancia en Rusia, donde tuvo ocasión de entrevistarse con
Lenin, Pestaña obtuvo unas impresiones muy críticas respecto al régimen que
estaban implantando los comunistas, demasiado burocratizado y dictatorial, sin
libertad para los trabajadores. La opinión de Pestaña, unida al progresivo
conocimiento de la realidad soviética, provocaron el creciente distanciamiento
de los anarquistas sindicalistas respecto al régimen soviético”.
Sobre el viaje
que los socialistas Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano realizaron a Moscú
en octubre de 1920, se lee lo siguiente en las páginas 44 y 45:
“Se
instalaron en Moscú en el famoso hotel Lux, destinado a los visitantes
extranjeros y se dedicaron a pasear por la ciudad. En su libro Mi viaje a
la Rusia sovietista, De los Ríos cuenta que le extrañó que en los cruces de las
calles siempre hubiera un guardia rojo con la bayoneta calada, aunque el
abundante mercado negro era tolerado por las autoridades. No era infrecuente
encontrar por las calles caballos muertos a causa del cansancio y del hambre.
Observó con asombro que no se veían ni perros ni gatos por parte alguna,
víctimas de la hambruna. De noche, las calles quedaban a oscuras para
economizar energía. La capital de la revolución mundial, poblada de gentes
silenciosas, que nunca reían, le produjo una sensación siniestra”.
En la página
siguiente se lee:
“Antes de
partir hacia Madrid, los delegados españoles fueron recibidos durante una hora
por Lenin en su despacho del Kremlin. De los Ríos lo describe como “un hombre
insignificante y frío, de rostro de tipo mongol”. Le preguntó cuándo podría
alcanzarse en Rusia un régimen de plena libertad, y Lenin
contestó con toda claridad:
Nosotros
nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado; la
ejercemos desde el poder en pro del proletariado. ( . . .). El problema para
nosotros no es de libertad, pues respecto a ésta siempre preguntamos: ¿libertad
para qué?”.
El cinismo de
este sujeto, que para muchos pedantes marxistas infumables había sido “el
personaje más importante del siglo XX”, queda puesto de manifiesto en estas
declaraciones. En el libro “El verdadero Lenin” ya comentado en este blog con fecha 26 de
enero de 2017, en la página 45 se leen unas palabras de este sujeto sádico y
criminal:
“El
Gobierno de los Octubristas y Kadetes, de los Gushkov y Miliukov. . . no puede
dar al pueblo la paz, el pan o la libertad”. Sin comentarios.
De los Ríos y
Anguiano, también se entrevistaron con el ideólogo de la revolución, Bujarín,
que trató de “darles una lección resumida
de comunismo, vacunándoles contra la democracia burguesa”. Y les dice:
“Hablar de voluntad común entre productores y
burgueses es tanto como hablar de voluntad común entre el lobo y el cordero. La
democracia es, pues, un residuo ideológico de la Revolución francesa, y a ella
hay que oponer la lucha de clases, la guerra civil y el soviet como órgano de
la democracia proletaria”
Igualmente,
les animó a luchar contra el reformismo socialista, previniéndoles de que no se
dejaran influir por “estímulos democráticos o de compasión”, que podrían
llevarles a traicionar la causa del proletariado. Lo que Bujarín no podía
prever es que unos años más tarde él mismo sería víctima de esa mentalidad que
despreciaba la democracia o la compasión como valores caducos, que había que
eliminar”.
¡Historieteros
del régimen, catedraticoides paniaguados, promotores de la “memoria histórica,
uníos y leed un poco!
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario