Y seguimos
con D. José Ortega y Gasset.
El libro “Tríptico. Mirabeau o el político. Kan.
Goethe”, autor José Ortega y Gasset, Ediciones Espasa Calpe, S.A.,
Colección Austral 1964, 196 páginas incluido “Índice de autores de la colección
Austral”, está dividido en tres partes,
como se puede ver en el título: “Mirabeau o el político”, páginas 11 a
62; “Kant”, páginas 65 a 122 y “Gohete desde dentro”, páginas 125 a 178. Dentro de la primera
parte, página 52 y siguientes, nos dice Ortega y Gasset:
“Hay un sentido de la palabra ‘política’ que me
parece la cima de su complejo significado y que es, a mi juicio, la dote suprema que califica al genio de
ella, separándolo del hombre político vulgar. Si fuese forzoso quedarse en la
definición de la política con un solo atributo, yo no vacilaría en preferir
éste: política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado
en una nación.
Refirámonos a España, para evitar movernos en
puras expresiones abstractas. Supongamos que alguien nos dice: ‘En España hay
que afirmar el principio de autoridad y hay que hacer economías’. Está bien: yo
no niego que se convenga hacer ambas cosas; pero niego que eso sea una política
en el mejor sentido de la palabra. Por una razón para mí decisiva: la autoridad
y las economías que se recomienda hacer, se hacen en el Estado español, no en
la nación española. Y esta distinción es, en mi entender, lo decisivo.
El Estado no es más que una máquina situada
dentro de la nación para servir a ésta. El pequeño político tiende siempre a
olvidar esta elemental relación, y cuando piensa lo que debe hacerse en España,
piensa, en rigor, sólo lo que conviene hacer en el Estado y para el Estado. Las
economías no se hacen en España, sino en el Estado, y por muy importante que
sea el lograrlas, carecen por sí mismas de verdadero valor nacional.
Parejamente, la autoridad es necesaria, como condición previa para que la
máquina del Estado funcione; pero con poseerla no se ha hecho nada importante.
La cuestión empieza cuando nos preguntamos: esa máquina del Estado, con sus
economías y su autoridad, ¿cómo va a funcionar, a actuar sobre la nación? Esto
es lo decisivo: porque la realidad histórica efectiva es la nación y no el
Estado. El gran político ve siempre los problemas de Estado a través y en
función de los nacionales. Sabe que aquél es tan sólo un instrumento para la
vida nacional. Inversamente, el pequeño político, como se encuentra con el
Estado entre las manos, tiende a tomarlo demasiado en serio, a darle un valor
absoluto, a desconocer su sentido puramente instrumental”.
El que quiera
entender, que entienda.
Continuará.
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