jueves, 19 de octubre de 2023

Sobre Ortega y Gasset ( I I )


 

Como decíamos en la anterior entrega, vamos a dedicar unos artículos a D. José Ortega y Gasset, filósofo prácticamente olvidado hoy por los de la internacional de la mentira, del odio y del rencor. Como ya hemos dicho varias veces, y no nos cansaremos de repetirlo, tanto él como D. Gregorio Marañón Moya, D. Ramón Pérez de Ayala, y un larguísimo etc, fueron los verdaderos y auténticos republicanos. Como ya sabrán, estos tres intelectuales tuvieron que huir de España perseguidos por los comunistas. A la República que ellos defendían y pregonaban, nos apuntaríamos ahora mismo.

En su obra “Rectificación de la República. Escritos políticos, I I I  (1929/1933)”, El Arquero, Revista de Occidente, S.A., Madrid 1973, 273 páginas, nos dice Ortega y Gasset dentro del Capítulo intitulado “¡Viva la República!”, página 251, lo siguiente:

¡VIVA LA REPÜBLICA!

 

Creo firmemente —ya lo he dicho— que estas elec­ciones contribuirán a la consolidación de la Repú­blica. Pero andan por ahí gentes antirrepublicanas ha­ciendo vagos gestos de triunfo o amenaza, y de otro lado hay gentes republicanas que sinceramente juzgan la actual situación peligrosa para la República. Pues bien: suponiendo que con alguna verosimilitud sea esto último el caso presente, yo elijo la ocasión de este caso para gritar por vez primera, con los pedazos que me quedan de laringe: « ¡Viva la República! ». No lo había gritado jamás: ni antes de triunfar ésta ni mucho menos después, entre otras razones porque yo grito muy pocas veces.

 QUIÉN ES EL QUE GRITA

 Pero como todo anda un poco confundido, y los es­pañoles del día tenemos poca memoria, quiero recordar o hacer constar algunas cosas que hasta ahora he calla­do o no he querido subrayar. Desde el fondo de mi largo y amargo silencio, estrujándolo como un racimo lleno de jugo, quiero rememorar a mis lectores y a to­dos los españoles —porque tengo tanto derecho como cualquiera otro para dirigirme a ellos— quién es el ciu­dadano que ahora, precisamente ahora, grita: « ¡Viva la República! »

 El que grita se sintió en radical desacuerdo desde el día siguiente al advenimiento de la República con la interpretación de esta y la política que iniciaban sus go­bernantes. Yo no puedo demostrar con documentos la verdad literal de esta frase. Dejémosla, pues, como una frase y nada más. Pero lo que sí puedo demostrar con documentos es que ya el 13 de mayo —por tanto, al mes justo de la proclamación del nuevo régimen— pro­testé airadamente, junto a Marañón y Pérez de Ayala, contra la quema de conventos, que fue una faena aún más que repugnante, estúpida. Esto el 13 de mayo; pero el 2 de junio publicaba yo un artículo titulado: « ¡Pensar en grande! », invitando a tomar la República en forma y formato opuestos a los que empezaban a adoptarse. Y el 6 de junio, convocados a elección los ciudadanos, apareció otro artículo mío titulado: « ¡Las provincias deben rebelarse contra los candidatos inde­seables! » El 25 del mismo mes mi discurso electoral en León, donde, contra todo mi deseo, había sido pre­sentado candidato, comenzaba así, según la transcripción algo incorrecta de los periódicos leoneses:

 «¿Queréis, gentes de León, que hablemos un poco en serio de la España que hay que hacer?

 Con profunda vergüenza asisto a la campaña electo­ral que se está llevando a cabo en toda la Península. Trátase, nada menos, que de unas elecciones constitu­yentes. Se moviliza civilmente al país para que elija a unos hombres que van a fabricar el nuevo Estado. Es un gigantesco edificio el que hay que construir, y no hay edificio si no hay en la cabeza un plano previo de líneas vigorosas.

 Lo que me parece vergonzoso es que los cientos de discursos pronunciados en España no enuncien una sola idea clara, que defina algo sobre ese Estado que hay que construir. Solo se han pronunciado palabras vanas y hueras prometiendo en palabrería fantástica, sin saber si se puede o no realizar. Porque esto importa poco a esos palabreros, que solo quieren hostigar a las masas con palabras vanas e insensatas para que, como un reba­ño de ovejas, vayan a las urnas o, como un rebaño de búfalos, vayan a la revolución. Y a eso se le llama de­mocracia.»

 Con esto llegamos al 13 de julio, es decir, aún no transcurridos los tres meses desde el 14 de abril. Pues bien: en esa fecha leyeron los lectores de Crisol otro artículo mío titulado: «Hay que cambiar de signo a la República». Y en 9 de septiembre, este otro: «Un aldabonazo». Y en 6 de diciembre pudo oírse en el «cine» de la Ópera mi discurso sobre «Rectificación de la Re­pública». Y el 13 del mismo mes, en las primeras con­sultas del Presidente recién elegido, fue el que ahora da su grito el único que pidió la formación de un Go­bierno sin colaboración socialista, que preveía funesta para la República y para el socialismo. No mucho des­pués, en el periódico antedicho, se imprimieron unos párrafos bajo el lema: «Estos republicanos no son la República», etcétera, etc., etc..

Estos recuerdos precisarán un poco en la mente del lector la fisonomía del que ahora grita « ¡Viva la Repú­blica! », y le harán pensar que, si lo grita, es a sabiendas y a pesar de lo que ha sido durante esta primera etapa la política republicana"

 

El que quiera entender, que entienda. Lo destacado en rojo es nuestro.

 Continuará.



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