Como decíamos en la anterior entrega seguiremos
viendo lo que nos dice el republicano Manuel García Morente en su obra “Orígenes
del nacionalismo español”, Talleres Gráficos de la S. A. Jacobo Pauser, editado
en Buenos Aires con motivo de una conferencia que dio en el Teatro Solís de
Montevideo el 24 de mayo de 1938.
En la citada obra, páginas 35 y siguientes, nos dice el autor:
“Escuchad un caso: en los primeros tiempos de la guerra civil española ,un
grupo de afamados escritores y políticos ingleses suscribía un manifiesto
encomiando el régimen republicano de Madrid como asiento y paladín de la
democracia y de la libertad; ahora bien, precisamente en esos mismos días, los
suburbios de Madrid se llenaban de cadáveres de liberales, no conformes con el
comunismo, y los más notorios escritores españoles eran objeto de tremendas
amenazas, encaminadas a hacerles firmar por la violencia una adhesión a ese
régimen esencialmente liberal. El Frente Popular ha sido, pues – y sigue siendo
en algunos países -, la careta con que el comunismo oculta y silencia sus
planes y sus actividades deletéreas. Y el día en que llegare el triunfo
completo de un Frente Popular, en alguno de los países que todavía lo tiene,
¡ay de los burgueses – radicales u otros – que en él figuraren, porque la señal
de ese triunfo sería su sentencia de muerte! El comunismo no perdona a nadie, y
menos a sus propios aliados.
La táctica del sigilo, bajo la apariencia de Frente Popular, complétase empero
con la propaganda directa e indirecta. En España esa propaganda fue
perfectamente organizada. La predicación verbal y escrita llegó a términos
verdaderamente impresionantes. No hubo aldea en donde el agitador comunista no
estuviera activa y eficazmente entregado a su oficio. No hubo hogar en donde no
penetraran los folletos y los libros rojos. En la Feria del Libro de Madrid, en
donde cada gran casa editorial presentaba su ‘stand’ de publicidad, las
instalaciones comunistas sobresalían por su lujo y su extraordinaria
abundancia. Los medios de que la propaganda comunista se valía eran todos los
imaginables, sin reparo moral, técnico ni material. La palabra comunismo
disfrazábase de liberalismo, de democracia, de socialismo, de anarquismo, de
sindicalismo. La doctrina propia y peculiar del comunismo marxista hacíase
chiquita, transigía con todo, aceptaba todo, proponía a todo la unión y el
consorcio ‘antifascista’, segura como estaba de que al fin, llegada la hora,
sabría aniquilar a sus aliados ocasionales. Unas veces el comunismo cantaba los
loores de la libertad y de la democracia; otras veces atizaba violentamente la
lucha y los odios de clase, explotando el malestar económico para encender en
las almas el encono, el rencor y las más bajas pasiones de la envidia. A la
retórica persuasiva añadía la amenaza y la dádiva. El Socorro Rojo distribuía
dinero entre las pobres gentes de las aldeas, haciéndoles creer que la
condición del campesino ruso era paradisíaca”.
En la próxima entrega seguiremos viendo lo que nos dice este
republicano en su libro.
¿Figurará algo de esto en la “memoria
democrática” de “Su Sanchidad” y de Sor Yolanda?
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