Ahora circulan una serie de
adjetivos que son producto de los tantos y tantos sistemas educativos que hubo
en España, sistemas que eran y son unas auténticas fábricas de ignorantes y en
los que únicamente se persigue el adoctrinamiento de los educandos. De tales
adjetivos hay uno que nos llama mucha la atención: “diferencial”, al que se le
unen “hecho diferencial”, “modelo diferencial”, etc, etc.
Y es que en el “hecho
diferencial” está basado en el “Estado de las autonomías”, que no es otra cosa
que la primera estación que nos lleva camino del separatismo y hacia la
disolución de España.
¿Cuáles son esos “hechos
diferenciales” en los que se fundamenta el “Estado de las autonomías? ¿Serán la
sidra, el gazpacho, la barretina, la moscancia, la butiffarra . . . ?
“Según mandato constitucional”, como decía Felipe González, el Estado de las
autonomías tenía por principal soporte el “hecho
diferencial”. El hecho diferencial no cabe duda que es la lengua. Y aquí está
el asunto clave. Ni el catalán, ni el vascuence, ni el gallego, ni el bable
llegaron a ser lenguas, por más que ahora se intente lo contrario. El catalán y
el gallego dejaron de hablarse y de escribirse a terminar la
Edad Media. En los casos del vascuence y
bable sólo se hablaba en los ámbitos rurales más recónditos.
Por otra parte, rápidamente
se dieron cuenta los “pensadores” que estas “lenguas” más que servir para
comunicarse, valían precisamente para lo opuesto, es decir, para incomunicarse.
Basta recordar lo que decía Sabino Arana a los vascos: les recomendaba que
hablasen en su jerga para que los “maketos” no les entendieran.
Luego está, claro, la
“normalización” de la lengua, que no tiene otro objetivo que el buscar todo
tipo de soluciones para alejar dicha lengua del español. Pero estos
“pensadores” no se dan cuenta de que quien verdaderamente normaliza una lengua
son los que la hablan. No se puede “normalizar” por intereses políticos
Luego está lo de la “cultura
catalana”, “cultura vascuence”, etc. No se puede ser más ignorantes. Ahora, las
palabras cultura y filosofía se emplean con una alegría que raya en la
estupidez: filosofía para liar un cigarrillo; filosofía para tomar un vaso de
vino, etc. etc. En cuanto a la cultura catalana y vascuence, ¿qué cultura van a
tener si no es la común a toda Europa, que no es otra que la basada en la
cultura grecolatina, unida a la tradición bíblica-cristiana?
Los grandes escritores del
siglo XVI, tales como Fray Luís de León, o San Juan de la Cruz, por ejemplo, dejaron de
escribir en latín y lo hicieron es castellano para que todo el mundo les
entendiese. Sin embargo, hoy sucede todo lo contrario: la “lengua” y la
“cultura” se emplean para desunir e incomunicarse.
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