Ya lo decía Ortega y Gasset en su obra “La rebelión de las masas”: llegaría un
momento en que las medianías y la vulgaridad triunfarían y camparían por sus
respetos. Y esto es lo que está pasando en estos momentos no sabemos si en
Europa, pero sí en España. Ahí tenemos los programas de la telebasura, preñados
de sandeces y estupideces. Hay que ser renovadores mediáticos y, a poder ser,
implantar un nuevo modelo social, oiga, basado en lo chabacano y en lo soez.
Y decimos esto porque, según las “encuestas demoscópicas”, estos programas los ven millones de personas, ágrafas muchas de ellas, programas que adoran como cultores acérrimos e incondicionales. Y para más INRI, esos espectadores incondicionales, no sólo defienden las idioteces, sandeces y memeces que se ven en el “ente”, sino que legitiman de una manera también incondicional y absurda, al “famoso” o “famosa” de turno.
Y así llegamos a lo que llegamos: a considerar la basura
cultural, lo mismo que a la verdadera obra.
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