Como ya sabrán, los “inmortales” del Diccionario de la RAE admitieron en su día lo de “matrimonio homosexual” como unión de personas del mismo sexo, así como otras palabras, entre las que nos ha llamado la atención la de acojonamiento: “acción y efecto de acojonar o acojonarse” y culamen, “culo, nalgas”.
Desde luego viendo esto, no nos extrañaría que
cualquier día los “inmortales” cambien el lema de la RAE: “Ni linpia, ni figa,
ni da explendor”. Pero vayamos al tema.
Como es sabido, la palabra matrimonio viene del latín
“matrimonium”, que a su vez proviene de “mater” (madre) y “monium” o “munus”
(calidad de, cargo, oficio, deber, etc.). Y para que haya una madre, tiene que
haber un hombre. En el “matrimonio homesexual” no hay madre que valga, ya que
no hay concepción ni engendro. Luego la “conditio sien qua non” para que exista
un matrimonio es que haya dos personas de distinto sexo.
Ya Marco Tulio Cicerón hablaba de "alicujus matrimonium tenere" (ser la esposa de alguno o de alguien), o el
historiador del siglo II de la Era Cristiana, Juniano Justino, también hablaba
de "Habere aliquam in matrimonium" (tener por mujer o por esposa).
Ahora vamos al segundo vocablo: “acojonamiento”. Como
ya es sabido, los prefijos “a”, “ab” o “in”, indican negación o carencia:
anormal, que no es normal; incorrecto, que no es correcto, etc, etc. Por tanto,
tal vocablo indica que no hay o no tiene cojones, o dídimos, o testículos. Es
decir, también se podrá decir “adididamiento”, o “atesticulamiento”, oiga.
¿No tienen aquí nada que decir las feministas? ¿No
quedan marginadas con esta expresión? Ya se sabe que ellas no tienen dídimos.
Por tanto, y atendiendo al feminismo semántico, la RAE debería contemplar
también el vocablo “aovaramiento”, es decir, que no hay ovarios.
El tercer vocablo, “culamen”, también admitirá
“tabalariamen”, pues culo y tabalario significan lo mismo.
¿No se habrán percatado los “inmortales” de estas
cosas? Claro que a lo mejor no se percataron, sino que se “per-ordeñaron”,
oiga.
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