Viendo y oyendo las mentiras, sandeces, tonterías,
burradas, majaderías, estupideces, necedades, pifias, memeces, etc, etc, que se
oyen cuando esta banda de cenutrios que nos desgobierna sale a la palestra con
su verborrea, con su populismo, con su demagogia y logomaquia, con el único
objeto de recoger votos, se queda uno cianótico o, parafraseando al gran Jaime
de Campmany, se le suben los testes a la úvula, y se le baja la sangre a los
zancajos.
Dicha banda de cenutrios, “cenutrias” y “cenutries”,
critican y aplastan todo aquello que les molesta, destruyendo y hundiendo todo lo
que pueda molestarles, urdiendo todo tipo de jugarretas y truhanerías, sin dar
ni una puñetera explicación de cuando ellos, ellas y “elles” hacen lo propio,
acompañado de desaciertos, de errores, de equivocaciones, de ineptitudes, amén
de avideces, de ardores, de frenesíes, etc. Y cuando lo estiman conveniente,
“cambian de opinión”.
En fin, lo que priva es conseguir miserables apoyos,
importándoles un bledo, dos cominos y tres dídimos la destrucción de la Nación,
de la familia y de la verdadera Justicia. Así estamos como estamos: a la deriva
y al garete.
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