Ya saben que nos gusta
recuperar la memoria “democrática” de Su Sanchidad. Vamos a ello.
¿Se acuerdan
cuando el jefe de la delegación de Irán, Morteza Saffari Natanzi, al
saludar a la reina Sofía y a su nuera Leticia Ortíz, se negó a darles la mano.
A simple vista, parece que la cosa no tiene importancia, pero sí la tiene.
Para este sujeto, lo
mismo que para el Islam de su tierra iraní, un hombre no debe, ni puede, ni
debe tocar a ninguna mujer distinta de su entorno familiar o íntimo. La razón
se oculta cobardemente: puede que al tocar a esa mujer en ese momento esté bajo
el período menstrual, lo que las convierte en “impuras”. No admiten que esta
circunstancia de las mujeres sea algo tan normal, fisiológica y biológicamente
hablando, como el que estos jefes, ayatolash, emires y demás, les salga la
barba y no quieran afeitarla.
Lo que aquí subyace es
la auténtica misoginia y desprecio que el Islam siente hacia la mujer ¿Es esta
la alianza de civilizaciones que proponía el inepto de la Moncloa en su tiempo?
¿Vamos a retroceder a tiempos medievales? ¿Se puede permitir esta vejación tan
monstruosa de la mujer?
Dicho esto, surge
inmediatamente la pregunta: ¿dónde están esos sujetos, “sujetas” y “sujetes”,
miembros, “miembras” y “miembres”, etc, defensores de la igualdad? ¿Cómo no salieron
a la palestra a denunciar esto? No salieron por una razón muy sencilla: porque
son unos cobardes y unas “cobardas”. Con llamar hijo de puta al portavoz de la
Conferencia Episcopal, como hizo el chaquetero “artiscejo” Víctor Manuel en su
día, ya se envalentonan. A ver si se atreven a emplear tal calificativo contra
el delegado iraní.
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