Según el
Diccionario de los “inmortales” de la RAE, diplomacia es:
2.- “Conjunto
de los procedimientos que regulan las relaciones entre los Estados”
3.- “Servicio
de los Estados en sus relaciones internacionales”
4.- “Coloq.
Cortesía aparente e interesada”
5.- “Colog.
Habilidad, sagacidad y disimulo”
No cabe duda de
que, salvo excepciones, la cordialidad y entendimiento entre diferentes países
es un tema importantísimo dentro de las prioridades de cualquier Estado
normalmente constituido. De aquí se deduce que el diplomático tiene que tener,
aparte de una gran cultura, una preparación especial.
Si han leído
nuestro artículo “Los cobardes y cobardas de
la ceja”, publicado en
este blog ayer día 28 de octubre, verían que el jefe de la delegación iraní,
supuestamente diplomático, Morteza Saffari Natanzi, al saludar en su día a la
reina Sofía y a su nuera Leticia Ortíz, se negó a darles la mano, por las
razones que ya hemos comentado en el citado artículo.
¿Dónde está la
preparación especial que se le supone a un diplomático, amén de la cortesía,
astucia, prudencia, disimulo, etc, de este sujeto iraní?
Si en un
asunto tan simple y protocolario como es el estrechar la mano de una persona,
sea hombre o mujer, ya tenemos prejuicios de corte religioso, poco se puede
esperar del entendimiento entre países. Si ya se discrepa en esta simpleza,
¿cómo no se va a discrepar en asuntos verdaderamente importantes? ¿Se puede
creer en eso tan estúpido de la “alianza de civilizaciones”?
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