El título completo del libro es “El hombre nuevo soviético. De la utopía a la realidad”, autor
Michel Heller, Editorial Planeta S.A. 1985, 278 páginas incluido el Índice
Onomástico.
Como decíamos en la anterior entrega, en ésta última veremos
algo sobre una película que se proyectó en la URSS intitulada “Un tren se detiene”. También veremos
algo sobre las apariencias y los engaños en el trabajo, así como la corrupción.
En la página 132, y dentro del Capítulo II intitulado “El trabajo”, se lee:
“En
1983, una película titulada ‘Un tren se detiene’ muestra perfectamente la
situación de la Unión Soviética a principios de los años 80, sus problemas y
las soluciones que adopta. Un tren de viajeros
se detiene después de haber chocado con un vagón de mercancías. Las razones de
la colisión son sencillas: no se habían observado las instrucciones más
elementales porque la única preocupación era cumplimentar el Plan. El juez de
instrucción encargado del sumario descubrió muy pronto a los culpables: el
responsable del depósito, el guardagujas y el conductor del tren, muerto a
causa del accidente. Para el juez de instrucción todo estaba claro: no se revolvería el problema de los ‘malos
trabajadores’ más que adoptando leyes todavía más duras y reforzando la
disciplina. Las autoridades locales
encontraron por su parte un arreglo: convirtieron aquella catástrofe
ferroviaria en un episodio heroico y un instrumento de educación de masas,
presentando al conductor muerto como un comunista que se había sacrificado para
salvar a los pasajeros. En cuanto a los autores de la película, no previeron
más que dos salidas: leyes más duras y una intensificación del trabajo
ideológico”. En fin, sin comentarios.
En la página 136, figura un párrafo sobre unas
palabras pronunciadas por Nikita Kruschef en marzo de 1963 ante la
“intelectualidd” del partido:
“¿Os
figuráis que tras el advenimiento del comunismo reinará la más absoluta
libertad? El comunismo es una sociedad armoniosa, organizada. Habrá
automatización, cibernética. Pero también habrá gentes investidas de la
confianza suficiente para señalar a cada cual su tarea. Los engranajes
precisarán de alguien que los vigile ¿Quién? El hombre en el que se deposite la
confianza”.
No hacemos ningún comentario sobre este párrafo porque
se comenta por sí sólo.
En cuanto al tema de la corrupción, en la página 137 y
siguientes se lee, entre otras cosas, que las propinas “han penetrado los poros del organismo estatal y social de la Unión
Soviética. En un régimen totalitario en el que todo pertenece al Estafo, la
corrupción adquiere también un carácter totalitario, una función suplementaria,
única e ideológica; contribuye a educar al hombre nuevo. De esta manera, los
precios escasamente elevados de los productos de consumo corriente, muy raros
en los comercios, están destinados a ‘crear la ilusión de que los artículos son
accesibles’, que incluso una persona que disponga de ingresos menos que
medianos pueda adquirirlos a condición de hacer largas colas”.
También nos habla el autor de los mercados “coloreados” es decir, mercados negros,
que nace como consecuencia de “la
economía planificada y el sistema de penuria económica”.
También se lee:
“La
penuria, erigida en sistema, abre a la corrupción absolutamente todos los
ámbitos de la vida. La penuria engendra el pillaje de los lugares de
producción, fenómeno bautizado en lengua rusa con un nombre especial: ‘el que
coge’. En la conciencia del hombre soviético, ‘el que se lleva algo’ no es un
ladrón, puesto que no hace más que tomar en su lugar de su trabajo lo que no
puede encontrar ni comprar en la red comercial del Estado”.
Y terminamos con un párrafo de Jean-François Revel que
se lee en la contraportada del libro:
“El
hombre atrofiado. El hombre-perno en los engranajes del Estado, así aparece
este ‘hombre nuevo’ engendrado por el sistema soviético. Michel Heller desmonta
con precisión esta espantosa mecánica”.
Como ya hemos dichos en otras entregas, recomendamos
leer este magnífico libro.
¡A!, ¿qué dicen los feministas, “feministos” y “feministres”
antes este “hombre nuevo” ¿No hay “mujeres nuevas?
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