Las personas humanas (perdón por la expresión, pues las
hay que son inhumanas) normalmente constituidas, están dotadas de inteligencia que,
obviamente, no en todas es igual. Dicha
inteligencia debería emplearse, entre otras cosas, par a formular juicios,
conceptos y opiniones correctas.
Pero hete aquí
que en este asunto para la formulación correcta de lo que antes decíamos,
no hay nadie, salvo honrosísimas excepciones,
que lo haga prescindiendo de sus prejuicios políticos. Y así nos luce el
pelo pues, sencilla y llanamente, los políticos y la política sólo miran por
sus intereses, obstaculizando, obstruyendo, lesionado y marginando la verdad.
Lo curioso del caso es oír a estos “políticos” hablar
y hablar de temas de los que no saben ni media palabra. Y además lo hacen con
una inerrancia propia de la más pura pedantería, soberbia y prepotencia.
El verdadero político, si es que hay alguno, tiene que
defender una política honesta, y sobre todo tiene que defender la verdad, sin
partidismos. Decía Pío XII en setiembre de 1.957 en su Carta Encíclica “Miranda Prorsus”, lo siguiente:
"Servir
a la verdad significa no sólo evitar y apartarse de la falsedad y engaño, sino
también de aquellas actitudes tendenciosas y parciales que podrían fomentar
conceptos erróneos de la vida y del comportamiento de los hombres”.
¿Le habrá comentado el Papa
Francisco a Su Sanchidad, cuando le visitó, este gran párrafo del Papa Pío X I
I?
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