El título completo del libro es “Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de
Stalin en España”, autor Francisco
Félix Montiel, Editorial Criterio-Libros 1998, 235 páginas incluido Índice onomástico.
Este libro lo hemos sacado a colación en varios
artículos. Ahora lo vamos a comentar un poco más ampliamente.
Para empezar daremos cuatro pinceladas sobre su autor.
Fue diputado a Cortes en febrero de 1936 por el PSOE y, una vez iniciada la Guerra
Civil española, se afilió al Partido Comunista, encargándose del aparato
propagandístico. Una vez en el exilio, rompió con el PCE y con Moscú,
dedicándose al esclarecimiento y condena de la conspiración que llevaba a cabo
en todo el mundo el imperio soviético. También es autor de “El tercer ejército de la URSS”, Ediciones Universal, Miami,
Florida, 1988, 115 páginas, incluido índice, libro comentado en este blog con
fechas 12 y 13 de mayo de este año.
En el Prólogo de Ángel Maestro, se lee en la página 8:
“Mas la obra de Francisco-Félix Montiel no
representa tampoco la opinión del bando vencedor. No. Es una descripción de los
hechos que condujeron al final de la guerra (y a la derrota) desde el interior
del Partido Comunista. Por encima del Gobierno de Madrid y del propio Partido
Comunista, que había logrado ser, con mucho, la fuerza dominante y poseedora de
las fuerzas militares más poderosas y organizadas, existía una fuerza
muchísimo más potente. Por encima de lo que deseasen Azaña, Besteiro, Prieto, o
el mismo Negrín, estaba la Internacional Comunista. Pero la Komintern,
aparentemente la Meca del internacionalismo proletario, e inspiradora de los
movimientos comunistas mundiales, era un instrumento en manos del "pensador genial", "jefe
amado", "faro y guía de la humanidad progresista", "padre
de los pueblos", "coloso de acero", y un interminable e
hiper-rastrero etcétera: el camarada Stalin”.
Y
sigue en la 9:
“Los combatientes españoles del ejército
rojo, sobre los que se han lanzado retahilas interminables de elogios en la
pesada y monótona letanía marxista-leninista (tan pesada como las críticas y
las descalificaciones al adversario de hoy, aunque fuese compañero de viaje),
son abandonados sin que ellos tengan constancia de cómo les traiciona el
aparato del Partido. El partido comunista elevado al concepto de algo superior,
fuera del cual sólo cabe el error y la condenación, se convierte en una mera
palabrería, útil para el "gran
timonel", el "genio
creador", el "maestro
de la sabiduría", prepare ya su aproximación a Adolfo Hitler, la
figura representativa del odiado fascismo”.
Continuará.
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