Como decíamos en el artículo anterior, la vida de cada
persona está condicionada por varias circunstancias completamente
independientes de deseos y voluntades particulares. Aunque fuéramos tal y como
somos, es evidente que el “modus vivendi” no sería el mismo si hubiésemos
nacido en la época de las catacumbas, o en la Edad Media, que el de ahora del
siglo XXI. Es decir, aunque nuestras
capacidades fuesen las mismas en las diferentes épocas, no podríamos
desarrollar ni conseguir los fines que
nos proponemos en estos momentos.
Todo esto quiere decir que la vida está condicionada
por el lugar en que se ha nacido, así como
por las tradiciones. Hay otro tipo de condiciones de carácter familiar,
económico y social, que también influyen.
Como puede observarse, la vida de una persona siempre
estará condicionada porque no se presenta sola o aislada, sino en un ambiente y
medio dado y siempre en relación con las demás personas, es decir, coexistiendo
y conviviendo.
El grupo de personas que convivan según con normas y
formas comunes, forman una sociedad porque, como ya es sabido, y según la
máxima aristotélica, la persona es por naturaleza un ser social.
De todo esto se desprende que para que la vida individual se mantenga y
llegue a cierto grado de civilización y perfección, no le queda más remedio que
activar la vida social. Esta sociabilidad tiene tres bases o fundamentos:
a).- Lo que podemos llamar necesidad. Nacemos en el
seno de una familia en la que, sin su ayuda, moriríamos a los pocos días,
prolongándose dicha ayuda varios años.
b).- Inclinación. Toda persona normalmente constituida
busca y necesita del trato de sus semejantes, inclinación que, por otra parte y
en otro aspecto, sirve para procreación.
c).- Progreso. No se progresaría nada si la persona
actuase sola. Es necesaria la colaboración. No digamos ya nada cuando hay que
hacer grandes trabajos o tareas imposibles de realizar durante la cortísima
vida de una persona.
Por otra parte, y pasando al tema histórico, tan manoseado y
desvirtualizado en estos tiempos, el acontecer histórico, fruto de esa
sociedad, no se produce como si fuese un fenómeno natural, como algunos
pretenden demostrar con sus “análisis químicos”, sino porque en dicho acontecer
interviene la libertad humana. Un ciclo natural se repite constantemente: la
semilla origina la planta, la cual crece floreciendo o dando frutos, originando
a su vez otras semillas. Este ciclo
natural es cerrado. Sin embargo, el ciclo histórico es totalmente abierto
porque, debido a esa libertad, los acontecimientos y posibilidades son de
difícil pronóstico además de indefinidos.
Continuará.
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