Como decíamos en el anterior artículo, otro problema
es el de organizar y armonizar los distintos intereses, modos de pensar, puntos
de vista, etc, de las distintas personas que componen la sociedad.
Es obvio que los diferentes grupos económicos y
profesionales tengan diferentes opiniones y puntos de vista sobre las
cuestiones que a diario plantea la vida. No cabe duda que armonizar todo esto
es una tarea difícil. Y aquí es donde precisamente los gobernantes tienen que
hacer hincapié, ya que si predomina cualquier grupo, creando privilegios que
pueden llevar al abuso, se origina entonces lo que Aristóteles llamaba
oligarquía, es decir, el gobierno de un grupo minoritario en provecho propio,
olvidándose del bien común. Y aquí es donde se acaba la libertad.
También la justicia se acaba porque no se da a cada
uno lo que le pueda corresponder según sus méritos. Por otra parte, si se
pretende dar a todos por igual, la injusticia sería monumental.
Asimismo, no hay sociedad en la que no existan
desigualdades. El comunismo pretendió la desaparición de las clases sociales,
pero en la realidad en los países donde se implantó tal doctrina, las
desigualdades existían, según la jerarquía y la profesión de los ciudadanos.
(Sobre este tema recomendamos leer nuestros artículos sobre los libros “KGB. Leales camaradas, asesinos
implacables”; “La corrupción en la
Unión Soviética”; “Yo escogí la
libertad”; “El futuro pertenece a la
libertad”,“En el país de la gran mentira”, “La nomenklatura. Los privilegiados
en la URSS”, “Rusia inacabada”, “Rusia, mi padre y yo”; “La Unión Soviética: de
la utopía al desastre”,“KGB y la desinformación soviética”, y “De los archivos
literarios del KGB”.
De todo esto se deduce que la vida en común plantea
muchos problemas, sobre todo de autoridad y de ordenación, cosas estas que
están muy ligadas.
Considerar a una sociedad como un conglomerado de
personas, es un gran error. Toda sociedad tiene su estructura y su forma.
Sobre este punto dice Santo Tomás de Aquino que “la forma de la sociedad es la unidad de orden”. Es decir, no sólo
basta que haya un orden, sino que éste tiene que servir para unir,
asunto que se lograría partiendo de unos principios. Un ejemplo: ¿Cómo
ordenaríamos los libros de una biblioteca?
Evidentemente tendremos que partir de un principio: por títulos de los
libros, por apellidos de los autores, por nombres de los mismos o por temas.
En el próximo artículo veremos lo organizado y lo
natural en la vida social.
Continuará.
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