lunes, 28 de octubre de 2024

La protección del delincuente ( y I I )


 

Como decíamos en nuestro anterior artículo, el delincuente se encuentra protegido  y el ciudadano normal desamparado. Y decimos el ciudadano normal, porque el anormal, es decir, el político, no le preocupa en absoluto el delincuente porque para eso cuenta con escoltas, guardaespaldas y demás, oiga.

Ni qué decir tiene que esta seguridad de la que disfrutan los ciudadanos “anormales”, es pagada con el dinero de los impuestos que pagamos los ciudadanos normales. Seguramente que si parte de este dinero se dedicase, de forma efectiva y contundente, a combatir la delincuencia, y no a pagar las escoltas y demás, todos nos sentiríamos más seguros y protegidos, y los delincuentes no disfrutarían de tanta impunidad. Pero, claro, “nos conviene que haya tensión”, Zapatero dijo en su día.

 Responder al por qué de tanta delincuencia, no es cosa fácil. Pero someramente se puede decir que una de las causas es el sistema educativo que impera en España desde hace varias décadas, del que han desaparecido todo tipo de valores éticos y morales.

 Por otro lado, están también los “castigos” que se imponen a los delincuentes que, con tantas “matizaciones”, reglamentos y demás, hacen que los citados delincuentes se encuentren muy a sus anchas. Tal parece que, para los redactores de códigos, para los sistemas de seguridad del Estado, para los directores de prisiones y para los políticos, les importa más que el malhechor se reinserte, cosa ésta que prácticamente no ocurre, que defender a las víctimas. No hay más que ver cómo actúa la policía: con las manos atadas, mientras que el delincuente actúa con ellas desatadas, para robar, para maltratar o asesinar, como ocurre con frecuencia.



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