Como hemos visto en los artículos anteriores, la
persona se desenvuelve y desarrolla en un ámbito social que va desde la
familia, pasando por la escuela, colegio, instituto, amigos, etc, cuyo ámbito
posteriormente se irá ampliando.
Es evidente que lo que haga la persona no solamente le
va a afectar a ella, sino que repercutirá en las demás. Esta repercusión, en
muchos casos, y como estamos viendo en estos momentos en España y en otros
muchos sitios, es de carácter antisocial porque tal parece que muchas personas
quieren inhibirse del resto, con lo que las consecuencias son catastróficas.
Los resultados de esta inhibición están a la vista: el
bien común se ve perjudicado, ya que los actos y modos de actuar de muchas
personas, no tienen en cuenta la realidad ni las circunstancias reales de la
vida. Dichas personas sólo piensan en sí mismas, con lo que sus actos y su
comportamiento están muy lejos del bien social.
Por otra parte, hay actos que, aunque aparentemente
sean indiferentes, tienen repercusión en la sociedad. Así, por ejemplo, la
cortesía, la educación, el saludo, el saber estar, etc, etc, son realmente
indiferentes, pero no cabe duda que la carencia de ellas traen cosas desagradables.
Lo verdaderamente importante son aquellas acciones que
beneficien al prójimo, y por tanto a la sociedad. Deberíamos reflexionar qué es
lo que les puede pasar a los demás, si obramos de una u otra manera. Para
prever las consecuencias que se derivarían de nuestros actos y para procurar y
conseguir que sean buenos, se podrían hacer varias cosas, tales como obrar con
reflexión; tener presentes los preceptos morales; anteponer el bien común al
nuestro particular y pensar qué nos sucedería si un acto o actos cometidos por
otra persona o personas recayesen sobre nosotros.
En el próximo artículo veremos someramente los
problemas que se plantean en la vida común
Continuará.
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