Como ya saben,
cuando la selección española de eso que llaman fútbol, o “furbo”, participa en
algún campeonato o partido, la bandera de España sale a las calles, y a las
ventanas, por mor de estos eventos.
La bandera, desgraciadamente, ya no constituye un símbolo que nos enseñaron a respetar en el colegio, fraguando en nuestro corazón una especie de icono que representaba una serie de principios que hoy no existen.
Los jóvenes de ahora dicen que la bandera es una cosa convencional, una especie
de código. De acuerdo. Pero, ¿hay alguna cosa que no sea convencional en todas
las formas y maneras de comunicarse los seres humanos? Desde el lenguaje, en
toda su gama y variedad, pasando por los signos que nos sirven para escribir,
hasta los gestos, incluidos los que se hacen con los abanicos, son signos
convencionales.
Nuestra bandera, quiéranlo o no muchos progresistas de salón que odian a
España, representa una historia de muchos siglos, historia fraguada por sabios,
héroes, santos, grandes escritores, filósofos, etc.
Bien es verdad que las banderas que flameaban, portadas casi siempre por
jóvenes, no lo hacían por una gran causa (solemne o épica), sino por una
efímera e intranscendente victoria deportiva de una España que, en lo
transcendental e importante, se está viniendo abajo.
Da un cierto
resquemor, entendiendo por tal la primera acepción del diccionario de los
“inmortales” la RAE (“sentimiento causado en el ánimo por algo penoso”),
el ver como naciones con mucha menos historia que nosotros, como EE.UU., por
ejemplo, con una población de lo más heterogéneo y con una organización
federal, sientan casi una veneración por todos sus símbolos. Porque la bandera
de USA se ve por todas partes y la llevan desde el limpiabotas, pasando por el
camionero, hasta el cantante de rock, por poner unos ejemplos.
Aquí ya sabemos lo que pasa: te ven con un llavero con los colores de la
bandera y ya eres un “facha”. No digamos nada del desprecio que se le hace
constantemente en Vascongadas o en Cataluña, saltándose todo tipo de leyes.
En fin, así
estamos.
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