Desde illo
tempore, uno de los objetivos de determinadas ideologías, ha sido, y es, la
erradicación del cristianismo.
Los
militantes de dichas ideologías, ateos, agnósticos, racionalistas,
materialistas, etc, salvo algunas excepciones, están embarcados en dicho
proyecto. También van en el mismo barco personas militantes de otras
religiones.
Uno
de los motivos de tal persecución, es que el cristianismo no ha dejado de
condenar tales ideologías, denunciando y condenando sus lemas, principios,
praxis y hasta sus crímenes y asesinatos.
Este
proyecto anticristiano, está subliminalmente dispuesto y albergado en el
laicismo que, no solamente quiere eliminar la religión cristiana de la sociedad,
sino que también persigue toda huella y vestigio que puede influir aquélla
sobre ésta.
Como
ya es sabido sobradamente, estos militantes laicistas se autoproclaman con
autoridad como los únicos jueces para describir y explicar la realidad. Ya
decía Lenin, cuando le comentaban que sus principios y doctrina estaban fuera
de la realidad, “Lo siento por la realidad”.
Estos
“pensadores químicos”, siguen con los tópicos típicos del “voltairelismo” y del
marxismo más casposos y caducos, siendo el tópico más extendido el de que la
Humanidad ha sido dominada y esclavizada por supercherías religiosas,
supercherías a las que Marx y sus seguidores les había quitado la máscara. Decía
este judío: "La abolición de la religión como felicidad ilusoria del
hombre es un requisito para la verdadera felicidad. El llamado al abandono de
sus ilusiones con respecto a su condición es un llamado al abandono de una
condición que requiere ilusiones. La crítica de la religión es, por lo tanto,
la crítica de este valle de lágrimas cuyo halo es la religión".
No
menos significativas son estas otras palabras pronunciadas por el citado Marx: “Deseo
vengarme de Aquel que gobierna en lo alto”, palabras incongruentes, ya que
admite la existencia de un Ser Superior.
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