Así se intitula el libro de Ricardo de la
Cierva, Editorial Planeta 1989, Premio Espejo de España 1989, 346 páginas.
Como decíamos en la anterior entrega, en ésta seguiremos
viendo lo que nos dice el autor sobre la fuga y huida de los comunistas cuando
se estaba terminando la Guerra Civil, que se puede leer en el apartado intitulado “La huida de Negrín y sus jefes
comunistas”, páginas 207 a 211, párrafo perteneciente al Capítulo I V
intitulado “Cuatro días de marzo: cuatro golpes que aniquilaron a la
República (4, 5, 6, 7 de marzo de 1939)”, página 163, sobre la “orden
adjunta”. Se lee:
“Fuerzas del Grupo de
Ejércitos han asaltado la sede comunista de Valencia de donde ha huido Jesús
Hernández, escondido ahora en una masía. El coronel Burillo ha detenido al
teniente coronel Etelvino Vega cuando trataba de tomar posesión de la Comandancia Militar de Alicante, repone
en el puesto al teniente coronel Rubert, casadista, y da posesión del Gobierno
Civil de Alicante al también casadista Manuel Rodríguez Martínez. Se desata en
toda la zona adicta al Consejo de Defensa una verdadera caza brujas contra negrinistas y comunistas7. El Grupo
de Ejército ordena detener a los ex
comisarios Jesús Hoz y Pablo Bono y al Campesino, a quienes se cree ver en
todas partes. Los últimos consejeros soviéticos están en su sede de la Huerta valenciana quemando papeles. ‘Me
marcho ahora mismo – dice el general Bonov a Jesús Hernández que le pide
consejo – Esto ya no es asunto nuestro sino de los españoles’. Hernández trata de
soliviantar a los mandos comunistas y consigue mover algunas unidades, que
pronto serán neutralizadas por las tropas del Grupo de Ejércitos, lo que también
sucede en los ejércitos de Extremadura y Andalucía, casi totalmente fieles al
Consejo de Defensa. No hay un solo dato que muestre la más mínima información llegada a Elda sobre la sublevación comunista
de Madrid que esa mañana se encontraba, como sabemos, en pleno auge; Casado
mantenía todo el control de las comunicaciones
desde la capital. Pero todo parece indicar que fue la pérdida total de Alicante
(a donde llegaba Tagüeña que tuvo que regresar a uña de caballo) lo que decidió
en último término la huida urgente de Juan Negrín, además de la amenaza del
secuestro murciano.
Esperaban en el pequeño aeródromo
de Monóvar un par de aviones. Negrín había conseguido que el coronel Camacho,
jefe de la aviación en la zona centro-sur, y que se declaraba a favor de Casado,
enviase desde Albacete otros tres aparatos, y quizá por aquello del enemigo que
huye y el puente de plata. Enrique Líster quiere trazar una estampa heroica de
tan vergonzosa huida, con las dos Españas en clamor frenético contra Negrín y
los comunistas, y nos describe una gloriosa defensa de los guerrilleros a su
mando personal, contra quienes trataban de impedir el despegue, puro teatro. Martínez
Bande, que ha analizado las fuentes (discrepantes) con su habitual maestría,
apunta – las señoras primero – que a bordo del primer avión marchaban Dolores
Ibárruri, el general Cordón, el diputado francés Jean Catrelas y algún
comunista más. Partieron en el segundo el subsecretario Núñez Mazas, el
matrimonio Alberti y seguramente el consejero soviético Stepanov, el misterioso
búlgaro, que movía en España. Junto a Togliatti, los hilos de la Kmintern por cuenta de Stalin”.
"7.- Cfr. SHM, AGL, DR, L 562, c.7."
Continuará.
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