miércoles, 23 de junio de 2021

¿Indultos o insultos?


 

Solo una letra diferencia las dos palabras pero ¡qué cerca están hoy una de otra! En una nueva y no menos de lo habitual, disparatada decisión, nuestro actual gobierno va a indultar a los promotores, autores y actores condenados muy justamente por los jueces por un delito de magnitud incalculable tanto por el hecho condenado en sí como por la repercusión también incalculable que encierra. Da lo mismo; va a sentarse un precedente peligrosísimo que resquebraja los cimientos de la Justicia, sola y simplemente por una temeraria claudicación que favorece también sola y simplemente la ambición desmedida de mantener el poder en unas determinadas manos.

Todo es chocante en el caso, pero lo más chocante es que estos indultos ni son pedidos e incluso parece que resultan molestos para los transgresores de la ley que públicamente los desprecian al considerar que los hechos por los que se les había condenado no eran merecedores de tal castigo, haciéndonos pensar que de aquí en adelante a nuestra Justicia va a resultarle muy difícil ejercer lo que es su esencia: juzgar rectamente. Siempre tendrán un poder por encima de sus decisiones que pasarán a la categoría de etéreas e inconsistentes y siempre, provisionales.

Quizá lo expresado anteriormente sea una ligera y poco consistente opinión personal, atrevida e ignorante pero quizá también sea la creencia de muchos españoles que como yo contemplan, día tras día, los malabarismos con que nos sorprenden nuestros actuales dirigentes para mantenerse y, a ser posible perpetuarse en sus puestos. De todas formas, no debemos dejar de confiar en la categoría de los representantes de nuestra Justicia. Pero en esta ocasión vemos cómo se saltan también la figura y entidad del jefe del Estado cuya opinión vemos que no cuenta para nada lo que puede considerarse un verdadero insulto tan grosero como despectivo.

Es muy grave la situación. El presidente habla y habla y nos parece que no dice nada. En realidad, no dice nada para provecho de España, pero dice mucho para su provecho y para sus planes, algo que ya inició hace años aquella especie de precursor que tenía apellido de fabricante de calzado.

Ya había hablado aquel ridículo contador de nubes de una nueva España, ya había puesto en marcha este movimiento no de construcción de algo nuevo bueno sino de destrucción de algo realmente bueno que ya era pero que no colmaba sus erráticos planes y deseos. España era y parece que sigue siendo el objetivo a destruir. No interesa una España de paz, concordia, bienestar y reconocimiento internacional. Prefieren una España entregada que claudica ante la presión de unos iluminados traidores, que se arrodilla y que es insultada en sus más sólidos estamentos. Molesta una España única y fuerte, molestan los que fueron sus gestas, sus grandes hombres, sus grandes figuras, molesta todo lo que la hizo grande y ahora pretenden convertirla en un juguete en sus torpes manos y bajo la dirección de sus cerebros enanos corroídos por una envidia malsana y cobarde que no puede olvidar una ya lejana derrota ejerciendo (a toro pasado no vaya a ser que los empitone) una venganza tan ruin que es capaz hasta de perturbar el sueño de los muertos, arrancándolos de sus tumbas o retirando los símbolos con los que un día el pueblo les rindió homenaje.

Hoy estamos siendo testigos de una vergonzosa claudicación en aras de unos intereses tan falaces como tramposos. Y es España la que claudica, somos todos para nuestra vergüenza…¿dónde se pretende que quede aquella “soberbia matrona que libre de extraño yugo no ha tenido más verdugo que el peso de su corona”? Muy lejos está aquel dos de Mayo cantado por Bernardo López García contra el invasor. Hoy sufrimos otras invasiones muy peligrosas por lo sutiles y encubiertas.

Francisco Alonso-Graña del Valle

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