Solo
una letra diferencia las dos palabras pero ¡qué cerca están hoy una de otra! En
una nueva y no menos de lo habitual, disparatada decisión, nuestro actual
gobierno va a indultar a los promotores, autores y actores condenados muy
justamente por los jueces por un delito de magnitud incalculable tanto por el
hecho condenado en sí como por la repercusión también incalculable que
encierra. Da lo mismo; va a sentarse un precedente peligrosísimo que resquebraja
los cimientos de la Justicia, sola y simplemente por una temeraria claudicación
que favorece también sola y simplemente la ambición desmedida de mantener el
poder en unas determinadas manos.
Todo es
chocante en el caso, pero lo más chocante es que estos indultos ni son pedidos
e incluso parece que resultan molestos para los transgresores de la ley que
públicamente los desprecian al considerar que los hechos por los que se les
había condenado no eran merecedores de tal castigo, haciéndonos
pensar que de aquí en adelante a nuestra Justicia va a resultarle muy difícil
ejercer lo que es su esencia: juzgar rectamente. Siempre tendrán un poder por
encima de sus decisiones que pasarán a la categoría de etéreas e inconsistentes
y siempre, provisionales.
Quizá
lo expresado anteriormente sea una ligera y poco consistente opinión personal,
atrevida e ignorante pero quizá también sea la creencia de muchos españoles que
como yo contemplan, día tras día, los malabarismos con que nos sorprenden
nuestros actuales dirigentes para mantenerse y, a ser posible perpetuarse en
sus puestos. De todas formas, no debemos dejar de confiar en la categoría de
los representantes de nuestra Justicia. Pero en esta ocasión vemos cómo se
saltan también la figura y entidad del jefe del Estado cuya opinión vemos que
no cuenta para nada lo que puede considerarse un verdadero insulto tan grosero
como despectivo.
Es muy
grave la situación. El presidente habla y habla y nos parece que no dice nada.
En realidad, no dice nada para provecho de España, pero dice mucho para su
provecho y para sus planes, algo que ya inició hace años aquella especie de
precursor que tenía apellido de fabricante de calzado.
Ya
había hablado aquel ridículo contador de nubes de una nueva España, ya había
puesto en marcha este movimiento no de construcción de algo nuevo bueno sino de
destrucción de algo realmente bueno que ya era pero que no colmaba sus
erráticos planes y deseos. España era y parece que sigue siendo el objetivo a
destruir. No interesa una España de paz, concordia, bienestar y reconocimiento
internacional. Prefieren una España entregada que claudica ante la presión de
unos iluminados traidores, que se arrodilla y que es insultada en sus más
sólidos estamentos. Molesta una España única y fuerte, molestan los que fueron
sus gestas, sus grandes hombres, sus grandes figuras, molesta todo lo que la
hizo grande y ahora pretenden convertirla en un juguete en sus torpes manos y
bajo la dirección de sus cerebros enanos corroídos por una envidia malsana y
cobarde que no puede olvidar una ya lejana derrota ejerciendo (a toro pasado no
vaya a ser que los empitone) una venganza tan ruin que es capaz hasta de
perturbar el sueño de los muertos, arrancándolos de sus tumbas o retirando los
símbolos con los que un día el pueblo les rindió homenaje.
Hoy
estamos siendo testigos de una vergonzosa claudicación en aras de unos
intereses tan falaces como tramposos. Y es España la que claudica, somos todos
para nuestra vergüenza…¿dónde se pretende que quede aquella “soberbia matrona
que libre de extraño yugo no ha tenido más verdugo que el peso de su corona”?
Muy lejos está aquel dos de Mayo cantado por Bernardo López García contra el
invasor. Hoy sufrimos otras invasiones muy peligrosas por lo sutiles y
encubiertas.
Francisco Alonso-Graña del Valle
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