Como es público y notorio, hay personas que nada
más que oyen pronunciar los nombres de Estados Unidos o de Israel, se ponen
catatónicas.
En esta España impresentable que va desde el
“gonzalato”, pasando por el “zapaterato”, hasta el actual “sanchismo-yolandismo”,
con sus “alianza de civilizaciones”, “modelos referenciales”,
“multiculturalismo identitario” y demás monsergas de ya sabemos quiénes, la
izquierda, entendiendo por tal a socialistas y comunistas, así como el
islamismo, tienen un denominador común: el odio a EE.UU. y a Israel. El totalitarismo de estos “demócratas” así lo
exige.
Estas opciones “totalitarias” piensan que el
mundo en general, y la sociedad en particular, son un gran desastre que hay que
corregir y subsanar. Ellos, es decir, los rojos, los verdes, los “pacifistas”,
los “indignados”, los “artiscejos”, las feministas, los “feministos” y “feministes”,
y demás, son los que pueden y deben cambiar esta sociedad. Su misión redentora,
según dicta el panel ideológico, así lo exige también.
Como ya es sabido, (no hay más que leer El Corán),
los islamistas se sienten con la obligación de redimir a la Humanidad por orden
y mandato de Alá. Lo mismo pensaban los nazis, aunque por otros motivos,
obviamente, así como los comunistas también por otros motivos.
Israel y los EE.UU. habían corrompido a las
sociedades. Este antisemitismo y antiamericanismo, que aún hoy sigue en boga
por parte de islamistas, socialistas y comunistas, tienen por objeto el desviar
la atención del “pueblo soberano” para que no se percate del fracaso económico,
político y social de estas dos “opciones”. Este odio, tanto en unos como en
otros, actúa como una válvula de escape.
Pero hay algo más. A las reivindicaciones que
poco a poco se están viendo en los países árabe-musulmanes, les cambian las
agujas para que el tren se dirija a Israel y EE.UU.
Sobre el mundo comunista, ¡qué vamos a decir que ya no se sepa! Siempre
buscan y encuentran, a base de mentiras, distorsiones, omisiones y tergiversaciones,
chivos expiatorios para justificar su fracaso.
Continuará.
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