Hemos escrito muchos artículos sobre marxismo, comunismo y la URSS. Y seguiremos haciéndolo exponiendo no solamente nuestro modesto punto de vista sobre ello, sino también analizando todo lo que la ideología marxista tiene de negativo, si bien es cierto, que también tiene algo de positivo, aunque muy poco.
Por mucho que digan los “analistas químicos” marxistas, la creación de la Unión Soviética se hizo atendiendo a formas antidemocráticas de socialismo. Como ya se sabe, poco o nada se sabía lo que estaba sucediendo en Rusia en los primeros meses de la revolución de 1918, a excepción de “todo el poder para los soviets” que, como sabrán, era la consigna y el principal slogan de los bolcheviques distribuida y anunciada por la propaganda como una nueva forma de democracia que había que defender a toda costa. Cualquier crítica o discrepancia era condenada como una terrible traición a la causa del proletariado, igual que sucede también en estos mismos momentos, a pesar del desplome del sistema.
Las primeras críticas al comunismo nacieron de anarquistas y sindicalistas,
críticas que fueron ocultadas y omitidas. Estas ocultaciones y omisiones fueron
una muestra de que en tal sistema no había verdadera libertad: había que
proclamar a los cuatro vientos que el socialismo de Estado era inconmovible y
había que tener fe en él.
Posteriormente, con la caída del muro de Berlín y con la apertura parcial de
los archivos soviéticos, que han permitido escribir varios libros que tenemos
comentados, y otros que comentaremos, se ha demostrado que el sistema fue
un régimen totalitario preñado de grandes crueldades premeditadas y
deliberadas.
Los hagiógrafos del comunismo, pedantes infumables la mayoría de ellos, decían,
y dicen, que era un sistema tremendamente justo, y que por tal
circunstancia, había que sacrificar la libertad. Aquí hay que tener en
cuenta lo que para el comunismo era la “justicia”, cosa que en realidad no
existía ya que era un sistema político de partido único.
Por otra parte, tampoco podía haber justicia cuando se partía de la mentira de
que “La Unión Soviética se ha convertido en el centro del mundo
civilizado”, como se podía leer en la Gran Enciclopedia Soviética.
Por otra parte también no podría haber mucha “justicia”, pues a la muerte del
genocida Stalin, muchísimos ciudadanos rusos pidieron y se manifestaron para
que desapareciese de dicha Enciclopedia la vida de otro genocida: Lavrenti
Beria, mano derecha de Stalin en la época del terror soviético, que fue
ejecutado en tiempos de Kruschev.
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