Según el Diccionario de los “inmortales” de la RAE, intelectual es:
a).- Perteneciente o relativo al entendimiento.
b).- Espiritual, incorporal.
c).- Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras.
Tal como está el panorama actualmente, creemos que los intelectuales que
pululan por el mundo distan mucho de estas definiciones de la RAE. Y
decimos esto porque se supone que estos intelectuales tendrían que ser los
estandartes de la justicia, y sobre todo de la verdad, amén de otras
muchas cosas. Pero ya sabemos que esto no es cierto, ya que dichos
intelectuales suelen estar en manos de quien les dan coba o de quien les
halaga, habiendo detrás de esto una intencionalidad política la mayoría de las
veces, por no decir siempre.
Por otra parte, dichos intelectuales no suelen reconocer sus errores o su
servilismo, incluso su responsabilidad cuando se decantan o se pronuncian sobre
asuntos importantes para la sociedad, ocultando información o falsificándola.
Quizá lo más grave sea la indiferencia que muestran ante esto.
Bien mirado, los intelectuales tendrían que ser, amén de los estandartes de la
verdad y de la justicia como decíamos antes, los principales defensores de
sociedades libres, enemigos de tiranías y de dogmas políticos. Tendría también
que dejar de defender utopías inviables.
Desgraciadamente, vemos muchas veces como estos intelectuales justifican no
solamente tiranías, sino también la mentira, de la que, como ya hemos dicho
varias veces, Lenin decía que era una buena arma revolucionaria.
Cuando un intelectual sale a la palestra para “aclarar” algo, hay que tener
mucho cuidado, porque esa aclaración o aclaraciones que va a hacer suelen
obedecer a presiones o intereses de lo más variopinto: desde los políticos,
pasando por los hipócritas, hasta los gremiales.
No cabe duda de que estos intelectuales se pueden equivocar como todo el mundo,
pero entre un error y un engaño deliberado, hay todo un mundo que va desde la
falsedad, la insinceridad, la mala fe, hasta la ideología política que es como
un asidero para coger y escoger los hechos y circunstancias favorables a las
convicciones que les interesan, haciendo todo tipo de malabarismos y
funambulismos morales y mentales para desprestigiar las ideas o los razonamientos
del contrario o del otro.
Por otra parte, y salvo honrosísimas excepciones, estos intelectuales son de
una pedantería infumable. Lo que ellos laman cultura, o “kurtura” según los
casos, no es más que el afán de imponer sus ideas, criterios y concepciones al
resto de la sociedad, importándoles un bledo, dos cominos y tres dídimos que
dicha sociedad siga con los ojos vendados ente muchas cuestiones. Ellos, los
intelectuales, son los llamados a gobernar el mundo, oiga, en vez de sacarlo
del marasmo ideológico y moral por el que atraviesa.
Y para terminar, una cosa muy curiosa. En buena lógica, estos intelectuales
tendrían que estar en vanguardia de todo el acontecer humano, como por ejemplo,
en el mundo de la comunicación electrónica: internet, correos electrónicos,
whatsapp, etc, etc. Pues no. Como ya saben, algunos consideran el periodismo de
internet como “una aberración”. Y
otros, cuando se les pone un ordenador delante para una vídeo conferencia,
dicen que se les quite “eso” porque les puede entrar “la calambre”.
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