Romance
de un par (de candidatos)
Para
esta historia señores
que
os cuento a continuación
poned
muy presto el oído
y
escuchad con atención:
Acercábase
en Madrid
un
día de gran emoción,
a
punto de celebrarse
una
importante elección.
Eran
varios candidatos
en
la presente ocasión
pero
hoy lo que pretendo
es
presentaros a dos.
Uno
era don Gabilondo
(yo
lo llamaré Angelón).
Era
muy grande, muy triste
y
también muy bonachón.
Una
mañana temprano
el
doctor Yo lo llamó
para
hacerle una propuesta
sin
ofrecerle otra opción.
Angelón
a pie cambiado
no
pudo decir que no
y
aceptó fiel el encargo
lleno
de duda y temor
al
no ver ni medio clara
aquella
proposición.
Se
trataba de lanzarse
al
ruedo de la elección
a
presidir la asamblea
de
Madrid y de su alfoz
-¡Vaya
faena me hicieron!
nuestro
Angelón exclamó,
cuando
confuso y molesto
el
teléfono colgó,
pues
él se había ilusionado
ser
del pueblo defensor.
-Y
ahora, a mitinear
mas
¿qué puedo decir yo
que
no haya dicho y redicho
cualquier
otro opositor?
Y
además me proponen
un
socio en esta ocasión
que
no me gusta ni un pelo
y
no puedo decir no.
Ni
me gusta su coleta
ni
su tono tan faltón
y
mucho menos ahora
que
vive en un casoplón
y
que aspira a un marquesazgo
que
el pueblo ya le otorgó...
-Y
yo que soy socialista
¿como
voy a mitinear
con
un señor a quien llaman
marqués
de Galapagar?
¡Vaya
desgracia la mía,
qué
ganas de fastidiar!
No
hay ninguna garantía
de
los votos a sacar
pues
aunque diga Tezanos
que
salimos a arrollar
lo
que diga este adivino
será
una barbaridad
y
seguro se equivoca
otra
y mil veces más.
(Esto
pensaba Angelón
días
antes del evento
en
que el doctor lo embarcó).
El
ilustre compañero
por
la izquierda de Angelón
ya
lo citó éste antes
y
con gran preocupación.
Era
Pablo, era ministro
de
la casta azotador
Y
tras de las negativas
de
las damas que llamó,
tuvo
que saltar al ruedo
creyéndose
el campeón,
erigiéndose
en cabeza
donde
nadie lo llamó.
Y
en la campaña ¿que hizo?
actuar
igual de faltón
y,
como siempre, insultando.
hizo
su presentación.
Por
estar visto y revisto
gran
fracaso cosechó
y
es que ya no engaña a nadie
este
iluso engañador
que
no dice una verdad
ni
por equivocación.
La
gran suerte de este caso
vista
la resolución
es
que este marqués tan listo
la
política dejó
y
ahora perderlo de vista
será
gran satisfacción.
Y
aquí se acaba la historia
de
Pablo y de Angelón
dos
hombres que no encajaban
ni
por recomendación.
Lo
siento por uno de ellos:
era
un mal opositor
que
encajó muy cabalmente
el
embarque del doctor
pero
era un hombre tranquilo
en
su tiempo profesor
al
que deseamos suerte
pues
buen martirio sufrió.
aceptando
el cargo amargo
que
le endilgó el señor Yo.
Francisco Alonso-Graña del Valle.
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