miércoles, 5 de mayo de 2021

El gran fracaso


 Los defenestradores defenestrados.

Habían preparado en la sombra un golpe maestro mediante el manejo del instrumento que tan enorme éxito les había proporcionado un malhadado día para la nación española: 1 Junio de 2018, con la moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy.

 La operación propiciada por el PSOE, empezaba en Murcia y pasaba por Castilla León, contando con la inestimable colaboración de un partido errático cuya señora presidente, en otro día valiente látigo dialéctico bien centrado, se había metamorfoseado inesperadamente y sumado a la aventura sin que lleguemos a saber claramente sus razones. El sutil e ingenioso proyecto terminaría en Madrid, final de fiesta, con la pretensión de hacer desaparecer, por fin, el gobierno de derechas encabezado por doña Isabel Díaz Ayuso, la figura más odiada por la deleznable envidia izquierdosa, celosa de sus éxitos e incapaz de derrotarla por otros medios limpios y justos que merced a la tan alabada democracia tendrían en sus manos. En fin, se trataba de una conspiración en toda regla cuyo éxito daban por descontado en la creencia de que sus contrarios quedarían convertidos en piedra ante el susto y asombro producidos por tan espléndido plan.

 En su insensato convencimiento de un triunfo incontestable, los entusiastas conspiradores, cegados por una ególatra autoevaluación, no habían tenido en cuenta el valor de una pieza tan enormemente importante que hasta se escapaba de su cobarde sistema. Esta pieza era la frágil y sencilla mujer a la que habían estimado como ingenua figura, supuestamente abrumada por las circunstancias que se iban a propiciar y cuya defenestración iban a celebrar sin duda ninguna con gran entusiasmo y satisfacción ¡Qué error, qué tremendo error! exclamaremos una vez más rememorando otros hechos y otras circunstancias de nuestra historia reciente: resulta que la frágil, sencilla e ingenua figura se convirtió repentinamente en gigantesca y, en una inesperada reacción, fruto de un temple de acero, puso patas arriba todo el tinglado tan cuidadosamente preparado al tiempo que hizo temblar y tambalearse todo el aparato político nacional traspasando el esperado desconcierto a las filas conspiradoras, incapaces de reaccionar debidamente y retratándose una vez más en un torpe y grosero intento de abortar el contraataque cuando ya era inevitable. El golpe fue antológico: disolución de la asamblea y convocatoria de nuevas elecciones.

 La utilización de ocurrencias que venía presidiendo continuamente la actuación de los politicastros que nos gobiernan, sufrió un efecto a la contra tan magistral que puede augurarse una difícil recuperación. Los listillos y trapaceros ideólogos pensantes no habían previsto tan descomunal ocurrencia, tan gran contratiempo para sus sucios manejos y se encontraron con una inesperada situación constatando al mismo tiempo que el ambiente electoral del momento no era de lo más propicio para conseguir limpiamente en las urnas lo que tan ruin y cobardemente habían planeado en los entresijos tramposos de su organización.

 Doña Isabel, afortunadamente, no fue un calco, en femenino de don Mariano Rajoy. Ella no se arredró ante lo que se le venía encima y haciendo gala de una extraordinaria clarividencia, unos arrestos envidiables y una rapidez de reflejos excepcional, unido todo a un enorme desprecio del paracaídas, plantó cara a la adversidad y lanzó directamente al rostro de sus pretendidos verdugos un golpe tan inteligente, oportuno y certero que, repetimos les va a resultar de difícil superación.

 Iba ya siendo hora de que alguien golpeara con verdadera contundencia y de una forma tan eficaz los cimientos de un sistema que tuvo su origen en la trampa y la mentira, que creció sobre esas mismas bases y cuya pretensión no fue ni es otra que la de mantener su status de la misma forma. Hoy, los últimos acontecimientos muestran a las claras que los modos y maneras supremacistas de izquierdas empiezan a cotizar a la baja merced a un hastío del electorado en un ambiente donde ya el canto de las verdades sube públicamente de tono (Cayetana, Ayuso, VOX) y los manidos y monótonos argumentos acusatorios de corrupción, fascismos, dictaduras, etc., etc., ya no engañan a nadie. Y aunque sea muy aventurado esperar de inmediato un necesario y radical cambio, no hay duda de que para ello se ha abierto un camino y hoy ese camino, y que se convenzan los vergonzantes de turno o de siempre, ese camino está a la derecha.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

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