Los defenestradores defenestrados.
Habían
preparado en la sombra un golpe maestro mediante el manejo del instrumento que
tan enorme éxito les había proporcionado un malhadado día para la nación
española: 1 Junio de 2018, con la moción de censura contra el gobierno de
Mariano Rajoy.
La
operación propiciada por el PSOE, empezaba en Murcia y pasaba por Castilla
León, contando con la inestimable colaboración de un partido errático cuya
señora presidente, en otro día valiente látigo dialéctico bien centrado, se
había metamorfoseado inesperadamente y sumado a la aventura sin que lleguemos a
saber claramente sus razones. El sutil e ingenioso proyecto terminaría en
Madrid, final de fiesta, con la pretensión de hacer desaparecer, por fin, el
gobierno de derechas encabezado por doña Isabel Díaz Ayuso, la figura más
odiada por la deleznable envidia izquierdosa, celosa de sus éxitos e incapaz de
derrotarla por otros medios limpios y justos que merced a la tan alabada
democracia tendrían en sus manos. En fin, se trataba de una conspiración en
toda regla cuyo éxito daban por descontado en la creencia de que sus contrarios
quedarían convertidos en piedra ante el susto y asombro producidos por tan
espléndido plan.
En
su insensato convencimiento de un triunfo incontestable, los entusiastas
conspiradores, cegados por una ególatra autoevaluación, no habían tenido en
cuenta el valor de una pieza tan enormemente importante que hasta se escapaba
de su cobarde sistema. Esta pieza era la frágil y sencilla mujer a la que
habían estimado como ingenua figura, supuestamente abrumada por las
circunstancias que se iban a propiciar y cuya defenestración iban a celebrar
sin duda ninguna con gran entusiasmo y satisfacción ¡Qué error, qué tremendo
error! exclamaremos una vez más rememorando otros hechos y otras circunstancias
de nuestra historia reciente: resulta que la frágil, sencilla e ingenua figura
se convirtió repentinamente en gigantesca y, en una inesperada reacción, fruto
de un temple de acero, puso patas arriba todo el tinglado tan cuidadosamente
preparado al tiempo que hizo temblar y tambalearse todo el aparato político
nacional traspasando el esperado desconcierto a las filas conspiradoras,
incapaces de reaccionar debidamente y retratándose una vez más en un torpe y
grosero intento de abortar el contraataque cuando ya era inevitable. El golpe
fue antológico: disolución de la asamblea y convocatoria de nuevas elecciones.
La
utilización de ocurrencias que venía presidiendo continuamente la actuación de
los politicastros que nos gobiernan, sufrió un efecto a la contra tan magistral
que puede augurarse una difícil recuperación. Los listillos y trapaceros
ideólogos pensantes no habían previsto tan descomunal ocurrencia, tan gran
contratiempo para sus sucios manejos y se encontraron con una inesperada
situación constatando al mismo tiempo que el ambiente electoral del momento no
era de lo más propicio para conseguir limpiamente en las urnas lo que tan ruin
y cobardemente habían planeado en los entresijos tramposos de su organización.
Doña
Isabel, afortunadamente, no fue un calco, en femenino de don Mariano Rajoy.
Ella no se arredró ante lo que se le venía encima y haciendo gala de una
extraordinaria clarividencia, unos arrestos envidiables y una rapidez de
reflejos excepcional, unido todo a un enorme desprecio del paracaídas, plantó
cara a la adversidad y lanzó directamente al rostro de sus pretendidos verdugos
un golpe tan inteligente, oportuno y certero que, repetimos les va a resultar
de difícil superación.
Iba
ya siendo hora de que alguien golpeara con verdadera contundencia y de una
forma tan eficaz los cimientos de un sistema que tuvo su origen en la trampa y
la mentira, que creció sobre esas mismas bases y cuya pretensión no fue ni es
otra que la de mantener su status de la misma forma. Hoy, los últimos
acontecimientos muestran a las claras que los modos y maneras supremacistas de
izquierdas empiezan a cotizar a la baja merced a un hastío del electorado en un
ambiente donde ya el canto de las verdades sube públicamente de tono (Cayetana,
Ayuso, VOX) y los manidos y monótonos argumentos acusatorios de corrupción,
fascismos, dictaduras, etc., etc., ya no engañan a nadie. Y aunque sea muy
aventurado esperar de inmediato un necesario y radical cambio, no hay duda de
que para ello se ha abierto un camino y hoy ese camino, y que se convenzan los
vergonzantes de turno o de siempre, ese camino está a la derecha.
Francisco Alonso-Graña del Valle
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