Sí, no habrá justicia en un país donde la clase política, o mejor dicho casta, esté por encima de todos los ciudadanos.
No habrá justicia en un país donde la citada casta tiene el monopolio y control de todas las instituciones públicas y algunas privadas.
No habrá justicia en un país cuando la casta política influye en el poder judicial.
No habrá justicia en un país en donde los partidos son los soberanos, y no el pueblo.
No habrá justicia en un país donde los de siempre sufren todo tipo de cargas sociales, mientras que la casta vive a la gran Dumond.
No habrá justicia en un país en el que el último mono del escalafón del poder, pueda echar por tierra la seguridad y la libertad de toda una nación.
No habrá justicia en un país en el que se emplea el dedo, tanto para ascensos como para descensos.
No habrá justicia en un país en el que las recompensas por los servicios prestados no vayan en función de los verdaderos méritos, probados y justificados por los hechos.
No habrá justicia en un país con un funcionariado excesivo, en el que hay miles y miles de auténticos mandarines caracterizados por su servilismo y vasallaje.
No habrá justicia en un país donde el partido en el poder, sea el que sea, otorga, da y dispensa recompensas por doquier.
No habrá justicia en un país de lameculos y estúpidos aduladores, carentes de todo talento, encumbrados por ser perros fieles.
Y, por fin, no habrá justicia en un país en el que la casta política se dedica a inventar problemas (como si los verdaderamente importantes les importase un bledo), dedicándose también a abrir viejas heridas que se suponían cerradas y despilfarrando dinero para pagar las nóminas a las majaderas del panel ideológico que tenían encandilado al pueblo soberano con “acontecimientos planetarios”. Mientras los mediocres y las “mediocras” tengan voz y voto, es difícil que haya justicia.
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