Para mucha gente, especialmente para ciertos políticos de ideas decimonónicas y trasnochadas, parece que les cuesta aprender de tiempos pasados. Su obstinación, fanatismo y testarudez les impide ver la realidad y admitir errores.
Para empezar, y por poner un ejemplo, no quieren reconocer que el poder político monopolizado no funciona. Ahí tienen a la desaparecida URSS, a Corea del Norte, a Cuba, etc.
Lo curioso del caso es que estos “decimonónicos”, que emplean constantemente la palabra democracia, no permiten la más mínima manifestación o discrepancia que pueda salir de la sociedad, imponiendo su régimen totalitario y absolutista, al cual califican de “verdadero”.
Como es obvio, los mentados “decimonónicos” (muchos de ellos andan por ahí dando “coletazos”), no permiten ni toleran opciones políticas distintas de la que ellos predican, empleando para esto todo tipo de trucos, prosapias, demagogias, populismos, logomaquias, incluido el lavado de cerebro.
Recurren, cuando les interesa, al “pueblo soberano”. Pero de lo que nunca hablan, por poner otro ejemplo, es del ordenamiento jurídico en el que se va a basar la convivencia social, ya que si ellos lograsen el poder impondrían leyes autocráticas totalmente incompatibles con la tolerancia y el respeto, lo que traería inseguridad, desconcierto, dudas, vacilaciones, desorientaciones, desviaciones, etc, etc, con el correspondiente deterioro de la convivencia social. Es decir, lo que harían sería “desgobernar”, no gobernar, aunque se consideren “grandes timoneles”.
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