miércoles, 11 de enero de 2017

“El libro negro de Carrillo”


Así se intitula la obra de José Javier Esparza, editorial Libros Libres, 302 páginas incluido el Epílogo. 

Probablemente sea este el libro que mejor desenmascare a este criminal y asesino, aunque también en su día lo hizo D. Ricardo de la Cierva en su obra “Carrillo miente. 156 documentos contra 103 falsedades”, libro que ya hemos comentado, que es una respuesta a las “Memorias”  escritas por el citado criminal, “memorias” que son un dechado de mentiras y falsedades. También hay otro libro intitulado “El zorro rojo. La vida de Santiago Carrillo”, escrito por Paul Preston, libro que hemos comentado con fechas 16, 18, 21 y 25 de octubre del pasado año 2016, obra que describe la calaña de este sujeto.

El libro de Esparza es demoledor en los datos. Transcribimos algunos párrafos que figuran en las páginas 9 a 12:

“El totalitarismo afectó a todo y a todos, también en los países que, como España, sólo parcialmente sufrieron de forma directa esa experiencia. Y de todas las personalidades de la vida pública española, nadie se ha sumergido tanto en la marea totalitaria como Santiago Carrillo, líder durante largos años del Partido Comunista español. Por eso hay que mirar a fondo la vida de Carrillo”.

“La vida de Santiago Carrillo, en efecto, es inseparable de la experiencia totalitaria. Toda su vida: desde su infancia de niño revolucionario hasta su madurez de líder comunista”. 

 “ . . .ese mozalbete apenas ha cumplido los quince años cuando ya debuta como periodista político. Se diría que ha nacido para la agitación y la propaganda. Lidera las Juventudes Socialistas antes de ser mayor de edad. Lo vamos a encontrar, todavía adolescente, sumergido en las conspiraciones revolucionarias de 1934. Va a conocer la cárcel cuando aún no tiene veinte años. Deslumbrado –como tantos otros– por el "paraíso socialista" de la Unión Soviética, viaja a Moscú y vuelve a España convertido en un comunista convencido. Cuando la guerra civil no ha hecho más que empezar, un Carrillo todavía jovencísimo afronta la brutal prueba de imponer el orden revolucionario –su particular idea del orden– en un mundo que se descompone”.

“ Con toda propiedad puede hablarse, en términos históricos, de un "expediente Carrillo" donde abundan las manchas negras. La opinión pública española conoce bien la principal de ellas: Paracuellos, el exterminio deliberado de los presos políticos de derechas en el Madrid de noviembre de 1936. Pero hay muchas más: las maniobras políticas que condujeron a la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas, la participación directa en la purga del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) en mayo de 1937, la huida de España dejando en la estacada a sus compañeros de partido en 1939, la ruptura con su padre "traidor"; después, los movimientos tras las bambalinas del comunismo, la sumisión a los criterios de Stalin, la responsabilidad directa en el desmantelamiento del maquis, incluso la liquidación de sus camaradas "inconvenientes"... Todas estas cosas cambian el color de la imagen y la cargan con tintes sombríos”.

“Paracuellos: en Nuremberg se condenó a gente por menos que eso. La liquidación de disidentes: un macabro ritual del crimen político totalitario. La desarticulación cruenta del maquis: en Moscú se eliminó a gente –o se la encumbró, según soplara el viento– también por menos que eso. Una cosa y otra, el exterminio del enemigo y la aniquilación del amigo, son rasgos característicos del siglo XX, y más concretamente del totalitarismo, y aún más específicamente del comunismo. La combinación de esa doble violencia, hacia fuera y hacia dentro del propio campo, es una de las características mayores del comunismo y es lo que da a esta doctrina un carácter esencialmente patológico. Por supuesto, los comunistas, y en primer lugar el propio Carrillo, dicen que tal política criminal no es propiamente comunismo, sino su desviación como "socialismo real". También esto, la negación de la evidencia y la fe a pies juntillas en un efugio retórico, es signo distintivo de la patología totalitaria. Y también aquí nuestro personaje alcanza rango de ejemplo”.

“"No me arrepiento de nada. He cometido errores y he intentado subsanarlos. No soy un santo, sino un hombre de carne y hueso", proclamaba Carrillo en el documental biográfico –más bien cabría decir hagiográfico– Últimos testigos, de Martín Cuenca, subvencionado por el Gobierno socialista español. La posición del protagonista es comprensible, pero la pregunta no es qué piensa Carrillo de sí mismo, sino cómo podemos juzgar nosotros, españoles del siglo XXI, el itinerario vital de este hombre del siglo XX. Y ese es el objetivo de este libro”.

“El caso Carrillo viene a poner sobre la mesa un asunto que nuestras sociedades tratan demasiadas veces de obliterar: ¿qué lugar dejamos para el totalitarismo como fenómeno determinante de nuestro tiempo? ¿Cómo podemos pensarlo con los criterios de hoy? Durante los años de la posguerra, pareció que la cuestión podía solventarse con una recurrente condena litúrgica del nazismo, convertido en figura eminente del mal. Pero lo cierto es que el nazismo no fue el único totalitarismo de nuestro tiempo, que el comunismo ha sido más mortífero y ha durado más tiempo que el régimen hitleriano, y que ya no es posible seguir exonerando a los hijos de Lenin y Stalin en nombre del "antifascismo" común”.

En el capítulo 22 intitulado “Tercera purga: la aniquilación del maquis”, página 233, se puede leer:

“Stalin lo había dicho muy claro: había que desarticular el maquis, a la guerrilla comunista que aún mantenía partidas en áreas rurales españolas. En octubre de 1.948, el Buró Político del PCE comunica la decisión a un reducido grupo de camaradas del aparato del Partido, incluidos algunos delegados de grupos guerrilleros. El cambio de táctica lesiona severamente a Carrillo, que había sido el principal valedor de la estrategia violenta: guerrilla y agitación sindical. Tal vez por eso Carrillo, para cubrirse las espaldas, escribió aquella segunda carta de condena a su padre”.

En fin, recomendamos leer este gran libro de Esparza. Como dato curioso comentar que el autor compara a Carrillo con el niño Gavroche que, como sabrán, fue un personaje  de la novela de Víctor Hugo “Los miserables” que narra, entre otras cosas, la revolución y rebelión parisina de 1832. El citado niño Gavroche compartía las ideas populistas de aquel entonces. uniéndose al citado levantamiento de aquel año.



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