No nos estamos
refiriendo a la obra "Los miserables", de Víctor Hugo, sino al hatajo
de fámulos de lo políticamente correcto, que no paran de insultar a la gente
que no piensa como ellos. Este cúmulo de insultos, e incluso de agresiones, no
son buenos para la convivencia pacífica de los españoles.
No se dan cuenta estos del “agitprop” que las diferencias políticas hay que defenderlas con argumentos y no con insultos. Además, estos progres de salón, de pesca submarina, de imponentes autos y de suntuosos chalets, tampoco se dan cuenta de que, en realidad, con sus insultos no hacen más que dar la razón al insultado. Pero el “agitprop" y el panel ideológico así lo exigen, oiga
El necio, el badulaque, el truchimán, el barbián, etc, tiene en el insulto su
arma porque le evita el engorro de tener que argumentar, cosa para la que no
está preparado. Además, cuando insulta, no se da cuenta de que lo que dice ya
está hábilmente diseñado y precocinado.
En fin, este tipo de gente, emboscándose cobardemente muchas veces en el
anonimato, se creen que insultan, pero en realidad lo que hacen son
defecaciones intelectuales que ni los propios australopitecus y pitecamtropos
serían capaces de proferir.
Hay también otro tipo de insulto: el que se hace a la inteligencia humana. Es
el que profieren guiñapos intelectuales de corte marxista-leninista-gramsciano
que, pluma en ristre, siembran el odio, el rencor y el resentimiento explicando
“científicamente” todo el acontecer humano, silenciando y omitiendo todo el
terror y el horror de su ideología.
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