viernes, 20 de diciembre de 2024

Degeneración democrática ( y I I )


 

Si la política fuese un tema sencilla y llanamente técnico, que tuviese el objetivo de procurar encontrar y buscar los medios necesarios para el bien común, el gobierno sería simplemente una administración.

Pero, claro, oiga, dicha administración solamente existe en situaciones y en estructuras, escenarios y circunstancias concretas y restringidas, no teniendo nada que ver con la desastrosa situación social que padecemos, parecida a una “polis” griega que, como ya sabrán, eran estados autónomos  de la antigua Grecia constituidos por una ciudad y un territorio pequeño.

 La verdad es que hay doctrinas y quimeras que inciden y se meten en la realidad y en la vida de las personas, muchas de ellas orgullosas de pertenecer a “organismos sociales” bien ideados y dirigidos por personas y “persones” de “categoría”, aunque mientan y engañen a todas horas. Ahí está la “divinidad humana” del judío Karl Marx, un sujeto que está tomado como base por todas las ideologías de izquierdas.

Lo que hay que tener en cuenta es la distinción entre intereses políticos y no políticos, distinguiendo intereses, puntos de vista, opiniones, etc, morales y no morales. Obviamente, la moralidad, a diferencia de la política, está indefectiblemente conexa y vinculada al quehacer de la conducta humana, aunque a veces hay divergencias que van en otras direcciones, ya que muchas veces no se tiene en cuenta la lealtad, la verdad, la honestidad, la honradez, la benevolencia, la generosidad, etc, etc.

En fin, lo que priva es la controversia, la discusión, la réplica, la disputa, el altercado, la querella, la rivalidad, la lucha, la oposición, el insulto, la mentira. Es decir, la degeneración democrática. Para eso están el “fangómetro” y el rey del bulo.



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