Como decíamos en la anterior entrega, en las próximas entraremos de lleno en la vida de este judío
prepotente, soberbio y pedante que, con su doctrina, ha llevado a buena parte
de la Humanidad a la miseria, al hambre, a la guerra y al desastre.
Carlos Marx ( I )
No vamos a contar aquí lo que es de sobra sabido de
este personaje. Vamos a narrar lo que se ha ocultado y se oculta. Así, no se
dice nada sobre la primera contradicción de Marx: como es sabido fue el creador
de aquello de “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. A pesar
de esto fue incapaz de prescindir del más puro sentimiento nacionalista, como
cuando increpaba a los socialistas franceses diciéndoles que eran “unos
eternos utopistas”, o a los ingleses cuando les echaba en cara que eran
incapaces de fundamentar “un sistema práctico”. Lo de los franceses
quedó corroborado con el hundimiento de Proudhon que, como ya hemos comentado
en capítulos anteriores, era el genuino representante del socialismo francés, y
que fue atacado sin piedad por el judío.
Cuando Marx perdió toda esperanza de conseguir
la carrera de catedrático universitario, asunto este por el que luchaba su
padre, se vio desorientado y fue cuando empezó a arremeter contra el orden
social negándolo por los cuatro costados, atacando a la religión de forma
virulenta. (“Mi objetivo es destronar a Dios”, decía siendo muy
joven). Probablemente, si hubiese conseguido su cátedra, la humanidad se
hubiese liberado de hambre, terror y horror. Lo mismo hubiese pasado si a
Hitler le hubieran admitido los cuadros en la Academia de Bellas
Artes de Viena cuando tenía 18 años.
En esta situación, llega al periódico “Diario
Renano” en calidad de colaborador y de director al poco tiempo. Su extremismo
hace que intervengan las autoridades: el periódico es suspendido y Marx se
va expatriado a París. Estaba recién casado. Corría el mes de
noviembre de 1.843.
Su “especialidad” será la economía política, sin
descuidar el estudio del socialismo francés. Se encierra en el concepto
“unilateral-económico” de la Historia, que se conocerá después como
“materialismo histórico”, concepto este sellado y rubricado por él.
Más tarde, en 1.845 es expulsado de Francia,
siendo acompañado por Federico Engels, y empieza a “trabajar” en el
“filosofismo económico”. Debido a su carácter doctrinario y dogmático que le
hacía odiar la religión, llega a decir de forma gratuita que “esto es serio”,
refiriéndose a la economía política, y “lo otro” es adorno. Lo que
sucede es que como las otras disciplinas no las comprendía muy bien, las
rechazaba. Tampoco comprendía que Política, Derecho y Economía están
estrechamente relacionadas.
El fundamento de la doctrina marxista está en
“El Capital” que, dicho sea de paso, hemos encontrado poquísimos comunistas que
lo hayan leído y no hemos encontrado a ninguno que nos diera respuestas a
determinadas preguntas que les hemos hecho. Este es otro asunto que algún día
abordaremos, D.m.
“El Capital” ha suscitado apasionadísimas
críticas, incluso entre los mismos socialistas ya que su texto, que ha sufrido
innumerables explicaciones, correcciones, aclaraciones, notas, etc, etc, es un
auténtico trabalenguas, o mejor dicho, un “trabainteligencias”, como alguien lo
definió. Ni qué decir tiene que esta obra fue aceptada ciegamente como una
auténtica Biblia proletaria. Sin embargo, el socialista francés Georges Sorel,
decía que los devotos de esa “Biblia” hacen depender el provenir del
mundo de algunas frases terriblemente oscuras. Asimismo, el también
socialista italiano Arturo Labriola decía que “El Capital” era un conjunto
de trozos disparatados y una obra inacabada por impotencia científica del
autor.
Continuará.
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