Como todos sabemos, el ser
humano es un ser “conviviente”, es decir, tiene que vivir relacionado con los
demás. Tal convivencia requiere que esté organizada. Si no hay tal
organización, la paz, la armonía, la justicia, etc, no serán posibles.
Tales cosas parece que no existen en la España de hoy. Nuestros líderes políticos, que
más bien parecen líderes de laboratorio o de escalafón, en vez de preocuparse
por estos asuntos, parece que sólo les interesa el afán de protagonismo y
mantenerse en primer plano, con el único objeto de recuperar imagen para cuando
llegue el momento de las votaciones, que no elecciones, o cuando ven que las
encuestas les son desfavorables. Lo único que cuenta es “llegar el primero”.
Hay una especie de embriaguez política por mostrase “progre” o “demócrata” a
toda velocidad. En vez de hacer las cosas teniendo en cuenta las exigencias de
la realidad, parece que estos políticos de laboratorio las hacen al revés de
cómo debieran ser. No hay más que ver ciertas leyes, normas y reglamentos, que
emanan del Gobierno que, a través de su cómico trámite en las Cortes, vulneran
frontalmente la
Constitución, que debiera ser de obligada referencia tanto en
el marco jurídico como en el político.
¿Hay ahora auténticos líderes como Churchill, Adenauer, Roosevelt, Ben Gurion,
Neheru, etc? Puede que la sociedad actual, vacilante y vacía, no produzca este
tipo de líderes carismáticos que tanto necesitamos. Además, a estos líderes de
laboratorio de ahora, con tal de que mejoren las cotas de popularidad en las
encuestas, son capaces de hacer y prometer las mayores barbaridades, empleando
la demagogia, el populismo y la logomaquia.
Visto lo visto, ¿quién se
encargará de hacer frente a la desastrosa situación política, económica y
social que tenemos en estos momentos instaladas en esta desguazada España? Porque
viendo lo que tenemos, nos da la sensación de que nadie es capaz de transmitir
confianza y serenidad. Nos ha tocado vivir la era de la mediocridad en el poder.
No basta con celebrar votaciones, que no elecciones, cada cierto tiempo y
renovar parlamentos, senados o gobiernos. Han sido dinamitadas escalas de
valores y de principios ético y morales, creando grandísimos problemas,
problemas que no son capaces de solucionar estos líderes con una gran discapacidad
mental.
Nos viene a la memoria
Laurence J. Peter, con su “Principio de Peter”:
“En una jerarquía todo empleado tiende a ascender
hasta su nivel de incompetencia”.
Corolario:
“Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por
un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones”.
Esto
es lo que tenemos actualmente. Así nos luce el pelo.
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