Como ya saben, desde hace
poco tiempo salen a la palestra unos asaltantes con una ideología decimonónica
que quieren imponer. Se autocalifican como paladines de la libertad, pero en el
caso de que llegasen al poder, anularían todo tipo de libertades ya que se
creen dotados e investidos para condenar todo aquello que no va con sus ideas.
Estos sujetos, carentes de
toda lógica y sentido común e incapaces de contrastar opiniones e
informaciones, son unos auténticos inquisidores vanidosos que se ensalzan a sí
mismos como serios, científicos, racionales, pero que sin embargo ven las cosas
con pensamiento dual y maniqueo, lo que conduce inevitablemente a
supersticiones y a cerrilismos (todos los males proceden del capitalismo, del
mercado, de la iglesia, de la conspiración judeo-vaticana y demás monsergas de
siempre).
Tienen la mente privatizada,
estabulada, hipnotizada, obnubilada y
apolillada por la doctrina marxista, que los lleva a una “estatolatría” poco
menos que demencial y que no se han enterado que la Humanidad ha pasado del
comunismo al neoliberalismo; del asalto al palacio de Invierno a la caída del
muro de Berlín; de la diligencia al automóvil eléctrico y al avión; de la
locomotora de vapor al tren de alta velocidad; de la espingarda y el falconete
al misil teledirigido; del barco también de vapor al de propulsión nuclear; del
arado al tractor, a la segadora, a la empacadora y a la cosechadora; de la
fabricación manual a la fabricación en serie; de la linotipia al procesador de
textos; del libro al CD-Rom; de las demoras en las conferencias al teléfono
móvil; de la lucha de clases al Estado del bienestar; del barro al plástico; de
la tabla de madera a la lavadora; del estropajo y la arena al lavavajillas; de
la fresquera al frigorífico; de las cajas de madera de sardinas “salonas” al
pescado congelado; del analfabetismo al lenguaje de programación (no digamos ya
nada de la “inteligencia” artificial);
de la galena al chip; de las hierbas medicinales a los antibióticos y
que para mejorar la productividad de un país no hay que estatalizar los medios
de producción, sino invertir en nuevas tecnologías, ya sean privadas o no.
Aprovecharemos para decir que, debido a que al
marxismo se le dio un carácter épico (la lucha internacional contra las fuerzas
enemigas del “inevitable avance de la
Humanidad”; “el asalto a los cielos”,
que diría Marx utilizando la mitología griega), y que de ese carácter brotaría
un empuje de agresión en todos los campos, además de una gran capacidad para
mentir, desfigurar la realidad, calumniar, etc , todo ello mezclado con ansias
de poder y de rencor social, siempre justificado en beneficio del fin grandioso.
Para Marx, resolver el
problema del poder económico era sinónimo de enderezar todos los entuertos del
poder. La realidad se vengó de su miopía.
Dichos sujetos tienen una gran fe en las
recetas mágicas y salvadoras de los “pensadores-químicos” que todo lo resuelven con análisis, frases y
construcciones muy bonitas, polisémicas y logomáquicas (
I ). Son incapaces de evitar los simplismos y los maniqueísmos en los
que suelen caer los formadores de la opinión pública (maestros, periodistas, “famosos”,
“artiscejos”, intelectuales, políticos, etc).
Nunca intentan buscar la
verdad de los hechos y de las cosas, y hacen caso de los tenores del
pensamiento políticamente correcto, que suelen tener obstruida la visión de la
realidad por su fe en el marxismo, que intenta explicar de una forma
aparentemente racional, mediante una serie de dogmas económicos, sociales e
históricos, toda actividad y todo acontecer humanos.
Son predicadores de
tópicos, de frases hechas, de pensamientos de calendario; son
“intelectuales” serios, científicos y coherentes, además de ser “patrocinadores”
y administradores de las tesis marxistas
ignorando lo que decía el propio Marx: “Lo que mueve y dirige a la Historia es
siempre y únicamente el interés material; las ideologías tienen siempre y
únicamente la modesta función de floraciones y de máscaras”. (Libro “Máscaras: el comunismo entre bastidores”,
autor Juan Carrascal, 245 páginas, Editorial Sal Terrae, 1954, página 6).
( I ).- Permítasenos utilizar esta palabra que no viene en el
diccionario de los “inmortales” de la RAE, figurando, sin embargo, logomaquia.
Continuará.
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