Como decíamos en nuestro anterior capítulo, Owen había
agrupado a los seres humanos en ocho clases o categorías. A saber:
a).- Niños de ambos sexos hasta los cinco
años, que son cuidados por sus familiares.
b).- Entre los cinco y los diez años abandonan
la casa y la escuela, comenzando la segunda clase o categoría. Durante este
tiempo tiene lugar la educación y la práctica, ayudando a los padres en las
faenas familiares y en la jardinería.
c).- La tercera categoría está dividida en
varias etapas. De 10 a 12 años, enseñanza y dirección; de los 12
a los 15, estudios teórico-prácticos de las artes de mayor utilidad como
son la agricultura, la minería y la pesca.
d).- En la cuarta categoría están los 15
a 20 años, siendo sus actividades en las ramas de mayor riqueza y utilidad
social.
e).- La quinta clase, de 20 a 25
años, ya asume funciones más importantes, como son las de dirección
en producción y educación.
f).- La sexta categoría, 25 a 30 años,
es la que tiene por misión la conservación de la riqueza producida por la
anterior clase. Esta categoría es la de los inspectores, que visitan los
centros de trabajo para ver si algo no funciona.
g).- La séptima clase es la de las personas
entre 30 y 40 años. Éstas se encargan del gobierno de la comunidad, procurando
que haya paz, caridad y armonía. No cabe duda de que esto último es un tanto
incoherente y no está de acuerdo con el supuesto estado de perfección oweniano.
h).- La última clase comprende a las personas
entre 40 y 60 años. En esta categoría se podía decir que aparecen los
políticos, ya que ejercen funciones de coordinación entre municipios y
comunidades, procurando que estén en contacto constante mediante sus
respectivos representantes en el Congreso.
En su “Declaración de la independencia
intelectual”, dada a conocer por Owen en una fecha tan
significativa para EE.UU. como es el 4 de julio, pero del año 1826, decía:
“Dad a cada individuo un buen vestido para
cubrirse, una pierna de carnero en su cocina, una buena lumbre para calentarse
y una buena choza donde guarecerse; halagad sus ojos con hermosas vistas y
arrullad sus oídos con sonidos agradables, y el animal humano pasará una vida
de comodidades y, terminada su carrera, morirá sosegadamente. Bípedo tan
venturoso como el cuadrúpedo en su pocilga, gozará de la felicidad suprema, que
consiste en no pensar en Dios ni en el deber. Ambas ideas son molestas;
suprimidlas y todo quedará arreglado”.
Asimismo, también decía esta declaración: “Les
digo que el hombre hasta este momento ha sido un esclavo de una trinidad
malvada que ha infligido grandes daños mentales y físicos a toda la raza
humana. Me refiero en concreto a la propiedad privada, a la existencia de la
religión y la institución del matrimonio”.
No se pueden decir
tantos disparates en tan poco espacio.
Como habíamos comentado en capítulos anteriores,
Owen compró una factoría en New Lanard (Escocia), intentando implantar sus
absurdas teorías. El fracaso fue estrepitoso, como lo fue también la “New
Harmony” en América. Tal fracaso fue debido a un asunto muy simple: los vagos y
holgazanes no daban golpe y se daban la gran vida a costa de los pobres e
ilusos seguidores owenianos.
Aunque la doctrina de Owen fue una auténtica
ruina, su teoría fue aprovechada por el judío Carlos Marx, que también fue
usurpador de otras.
Continuará.
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