Como decíamos en nuestro anterior
capítulo, en este último veremos lo que el autor del libro, Antón Saavedra, comenta
sobre José Ángel Fernández Villa y Vicente Álvarez Areces.
En la página 59, refiriéndose al XXVIII
Congreso del PSOE celebrado en setiembre de 1.979, se lee:
“En aquellas condiciones el congreso adoptaría sin ningún tipo
de problemas una solución política que, recogiendo el marxismo como ‘un
instrumento teórico, crítico y no dogmático, para el análisis de la realidad
social’, no difería de la aprobada en el congreso de la ‘escapada’, pero lo más
importante era que la nueva ejecutiva federal era totalmente felipista: Felipe
González era de nuevo secretario general y Ramón Rubial el presidente,
habiéndose eliminado el cargo de presidente de honor, antes ostentado por
Tierno Galván. Alfonso Guerra era elevado al puesto de vicesecretario general y
así hasta 25 miembros, donde se incluía el asturiano José Ángel Fernández
Villa.
Este Fernández Villa, ‘topo’ infiltrado por los servicios
secretos de Carrero Blanco en el PSOE, había aparecido un mes antes en el mitin
de Felipe González celebrado en el estadio de fútbol de El Molinón (Gijón)
sosteniendo una pancarta roja de 32 metros de largo que había sido elaborada
por su agrupación de Tuilla con el slogan: ‘Marxismo sí, felipismo no… para
acabar aceptando una vocalía en aquella ejecutiva de Felipe, por Felipe y nada
más que para Felipe”.
En las páginas 63 y 64, dice Antón
Saavedra:
“Rafael Fernández regresaría muy pronto de aquel exilio dorado
para convertirse en senador por Asturias y más tarde presidente del primer
Gobierno del Principado de Asturias, cargo del que sería descabalgado por
Fernández Villa y su camarilla de pandilleros sindicales. Éste - resulta curiosos – había sido su protegido
precisamente en la época en que actuaba como chivato privilegiado del jefe
superior de la temida e ‘inolvidable’ brigada político-social del franquismo en
Asturias, Claudio Ramos. Hoy ocupa los
cargos de senador y secretario general del sindicato minero asturiano de UGT a
pesar de gozar de una pensión en su máxima cuantía como consecuencia de un
accidente minero que nunca existió, en un cambalache fraudulento cometido
contra la Seguridad Social en connivencia con la dirección de la empresa minera
HUNOSA en 1.995, de la cual forma parte como miembro del consejo de
Administración en representación de la Junta General del Principado de
Asturias, donde ocupa un escaño de diputado del PSOE. . . Todo ello al margen
de sus cargos en las ejecutivas regionales y nacional del partido, así como la
presidencia de alguna que otra ‘fundación’.
Este personaje de la cuenca minera asturiana, José Ángel
Fernández Villa, llegó al PSOE y a la UGT en los inicios de los años 70,
procedente de las filas anarquistas y comunistas; allí su misión consistía en
participar en cualquier asamblea o reunión que pudiera surgir en las muchas
empresas que frecuentó - cada poco era ‘despedido’ -, en especial en la mina Miravalles de
Asturias, donde iban a parar todos los despedidos pertenecientes a las
organizaciones de izquierda, para posteriormente delatar a los compañeros
participantes y ‘levantar acta de lo acordado’ ante la jefatura de la policía ‘social’franquista.
Era la persona más reacia a ocupar cualquier cargo en nuestras organizaciones.
Al final, ante la insistencia de los compañeros, siempre se conformaba con ‘cualquier
vocalía’ escudándose en una extraña enfermedad de la que nunca se supo y que,
sin embargo, no le impedía tener una
participación frenética en casi todas las reuniones, más o menos importantes, que se celebraban en los distintos lugares de
Asturias, valiéndose para ello de su recién estrenado coche: un Austin Victoria
rojo que en aquellos tiempos del 600 era todo un lujo, sobre todo en un hombre
que había tenido la desfachatez de cobrar, como ‘despedido’, del dinero de
Fusoa que los compañeros recaudábamos en los centros de trabajo para la ayuda
de los verdaderamente despedidos y detenidos, muchos de ellos debido a sus
chivatazos a los hombres de Claudio Ramos (algunas veces al jefe directamente,
en un local de la calle División Azul de Oviedo)”.
En la página 76 se lee:
“Baste señalar, como botón de muestra, el caso del asturiano,
Vicente Álvarez Areces, Tini: después de encabezar la rebelión con su grupo de
profesionales en lo que se conoció como la crisis
de Perlora en Asturias – una de las organizaciones comunistas más
sólidamente implantadas en el marco del Estado y el escenario donde comenzó la
operación de sabotaje que luego se extendería a todo el país – no volvería a
apearse del coche oficial desde que el felipismo ocupara las poltronas del
gobierno, todo ello, claro está, al
margen de sus millonarias percepciones
en concepto de su pertenencia a consejos bancarios y eléctricos y otros más
turbios negocios, aún sin explicar al pueblo asturiano, a pesar de ser
requerido en múltiples ocasiones por el Parlamento”.
En fin, recomendamos leer este libro.
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