Y seguimos con la influencia soviética sobre la
II República española que, como ya hemos dicho varias veces, se sigue omitiendo
por los “historieteros” de ahora.
Las Brigadas Internacionales ( I ). El filosovietismo de Juan Negrín
Vamos a comentar algo sobre las Brigadas Internacionales, así como también algo sobre la III República que proyectaba Juna Negrín, al ver que se derrumbaba la II.
Una vez derribado Largo Caballero, entra en escena el doctor Juan Negrín. Fue un personaje un tanto misterioso ya que fue el único político de aquel entonces que no escribió sus memorias relatando los acontecimientos de aquella época. Era un fisiólogo de mucho prestigio y pertenecía a una familia muy rica. Fue atacado por correligionarios suyos como Araquistain, Prieto o Largo Caballero. También por republicanos como Azaña o por anarquistas como Abad de Santillana. Antes de la guerra, no se había dedicado a la política, si bien había colaborado en el alzamiento de 1934, sin estar decidido por ningún sector del PSOE. En septiembre de 1936 fue nombrado por Largo Caballero ministro de Hacienda, siendo el responsable del envío del oro español a la URSS.
El consentimiento por parte del gobierno en la forma de manejar el tesoro y la
hacienda, le dio a Negrín vía libre para hacer lo que le viniese en gana. Así,
en ese mismo año de 1936 convirtió el pequeño cuerpo de carabineros, que
vigilaba las fronteras, en un enorme ejército de tropas especiales: los “Cien
mil hijos de Negrín” Aunque no era de su incumbencia tal asunto, nadie le dijo
nada, a pesar de que el fraude era notorio. El historiador anarquista Abad de
Santillana (sinónimo de Sinesio García Fernández), uno de los líderes del
movimiento libertario en España, que escribió muchas obras sobre anarquismo,
decía al respecto:
“Tenía la llave de la caja y lo primero que se le ocurrió fue crearse una
guardia de corps de cien mil carabineros. Los que consintieron este desfalco al
tesoro público de un advenedizo sin moral ni escrúpulos, también deben ser
responsabilizados por su negligencia o su cobardía de ese atentado al tesoro y
a las conquistas revolucionarias. Tiene el arte maquiavélico de corromper a la
gente. Esa política de manos rotas ha hecho posibles operaciones como la del
traslado de gran parte del oro del Banco de España a Rusia sin saber en qué
condiciones y la apertura de depósitos cuantiosos de centenares de millones en
el extranjero para la presunta ayuda a los futuros emigrados de la España
republicana. De todo esto no se ha dado cuenta ni siquiera al gobierno. Ha
hecho con la tapadera de la guerra lo que ningún gobernante, ni siquiera la
monarquía absoluta, había podido hacer en España”.
Zugazagoitia decía que no comprendía la elección de Negrín para la jefatura de
gobierno en sustitución de L. Caballero: “¿Cómo fue preferido Negrín?
No sabría decirlo”, señalaba.
A partir de este momento Negrín, sin ser comunista, iba a sintonizar
perfectamente con Moscú. Su propio partido, el PSOE, lo relegó al olvido,
lamentado por uno de sus escasos panegiristas: el comunista Santiago Carrillo,
quien dice: “Pocas personas saben que existió un jefe de gobierno
republicano durante la guerra civil que se llamó así ¿Quién osa reivindicarle
hoy?” Un dato curioso sobre el mencionado olvido es el
siguiente: en 1994, un dirigente ex comunista, Santiago Álvarez, publicó una
biografía sobre el doctor intitulada “Negrín, personaje histórico”,
Ediciones De la Torre 1994, 499 páginas. La editorial envió información sobre
la obra a dos mil centros socialistas de toda España, no recibiendo ni una sola
respuesta interesándose por el libro.
Los anarquistas lo odiaron desde el primer día. Abad de Santillana
dice: “¿Sabe alguien cómo piensa Negrín, qué ideas tiene, qué
objetivos persigue? Lo único público de la vida de este hombre es su vida
privada, y ésta, sin duda alguna, dista de ser ejemplar y de expresar una
categoría de persona superior. Una mesa suntuosa y super abundante, vinos y
licores sin tasa, y un harén tan abundante como su mesa, completan su sistema”.
“Necesita la ayuda de los inyectables para su vida misma de despilfarro y
desenfrenos”.
También dice: “No escribió nada, ni sobre temas de su profesión ni
sobre ningún otro”. En política “no tiene inclinación alguna. Se acercó a un
hombre de prestigio intelectual como Araquistain. Era una especie de lacayo
gratuito de ese escritor. Cuando Araquistain reingresó en el PSOE hacia 1930,
Negrín pidió también su ingreso, no por convicciones socialistas, sino por
seguirle”.
Araquistain, su ex amigo, dice de él: “le conozco íntimamente desde
hace veinte años y creo que para mí es una esfinge sin secreto. El resorte de
su personalidad es una ambición oculta y desmedida a la cual ha sacrificado
todo, viejos y hondos afectos, la lealtad a su partido y los intereses del
partido mismo. Ha sacrificado aún mucho más: la República española y el destino
de la propia España. Su suerte como hombre de gobierno está asociada al tesoro
de la nación. Sabe que el hombre que en una guerra dispone del oro del país es
siempre el más fuerte. Acaba siendo indispensable y el último superviviente de
todas las catástrofes posibles”.
Largo Caballero dice que “Negrín y sus auxiliares con una política
insensata y criminal han llevado al pueblo español al desastre más grande que
conoce la Historia de España. Todo el odio y el deseo de imponer castigo
ejemplar para los responsables de tan gran derrota será poco”.
El documentadísimo y prestigioso historiador César Vidal, en su libro “Checas
de Madrid” (ya comentado en este blog con fecha 24 de febrero de 2017),
nos cuenta la represión controlada por los comunistas en sus tristemente
célebres checas, dedicándole un capítulo a Negrín intitulado “Negrín
pacta la dictadura futura con la URSS”. Este autor, después de tener acceso
a documentos soviéticos, recientemente desclasificados, tales como una carta de
Marchenko a Litvinov (10-11-1938) y otra de George Dimitrov dirigida a Stalin,
Molotov, Kaganovich, Voroshilov, etc (25-11-1938), nos dice:
“Sí, a unos meses del final de la guerra, tanto Negrín como el PCE y los
agentes soviéticos eran conscientes de que la democracia parlamentaria era ya
cosa del pasado” . . . “En el futuro, tras la victoria del ejército popular de
la República, se pasaría a un sistema de partido único controlado por el PCE, y
a través de éste por Stalin” . . . “Finalmente, los adversarios – socialistas
refractarios a la unificación con el PCE, poumistas, anarquistas, nacionalistas
o republicanos históricos – sólo podrían esperar el exterminio”.
Esta era la III república que querían los comunistas y Juan Negrín.
En un próximo capítulo comentaremos algo sobre el libro de César Vidal “Las
Brigadas Internacionales”, Ediciones Espasa Calpe, Madrid 1998
Nota.- Fuente: “Los documentos de la primavera trágica. Análisis
documental de los antecedentes inmediatos del 18 de julio de 1936”, autor
Ricardo de la Cierva, Editorial Secretaría General Técnica, Madrid 1967, 749
páginas.
¿Figurará algo de esto en la “memoria democrática” de “Su Sanchidad” y de Sor
Yolanda?
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