Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y en
las próximas, comentaremos algo sobre la historia de los nacionalismos, que no
han traído más que enfrentamientos.
Comentábamos en el anterior artículo que en éste
veríamos someramente los asentamientos de los
nacionalismos lingüísticos, carentes del más mínimo fundamento
histórico. Por ejemplo, el nombre de Catalonia apareció en documentación
oficial cuarenta años después de la unión entre Barcelona y Aragón, además de
no designar en ningún momento que esta unión fuese un conjunto.
Tampoco los vascos y los gallegos tuvieron jamás un
estado propio. Los condados y reinos de la Edad Media nacieron
independientemente de consideraciones lingüísticas. Prueba de ello es que, por
ejemplo, dentro del reino de Asturias-León (al que pertenecía Galicia), así
como en el de Navarra, Castilla y Aragón-Barcelona, se hablaban hasta tres
lenguas. Pero aquí y ahora, seguimos empecinados en lo mismo: la diferencia
lingüística marca la diferencia y hay que ser independientes, oiga ¿Qué dirán
en Francia al ver estos movimientos separatistas en esta impresentable España,
cuan allí surgió la unión de la nación en un momento en el que se hablaban nada
más y nada menos que diez idiomas? Decir, seguro que no dicen nada, pero reír
seguro que lo hacen a mandíbula batiente.
Volviendo al tema de Catalonia, se acordarán de que lo
que se llamaba “Lliga de Catalunya”, estaba compuesta, entre otras, por
personas cultas y de negocios, que no eran partidarias del separatismo en
tiempos de Maciá y de Companys, tiempos en los que surgió la “Esquerra”, cuyos
partidarios, curiosamente, cantaban “La Marsellesa”.
Por aquel entonces, y también ahora, los catalanes
siguieron, y siguen, tres caminos distintos y hasta cierto punto opuestos: los
partidarios e influenciados por el socialismo internacional; los que quieren la total separación de
España, y los que piden un estatuto para defender privilegios regionales . . .
ya saben, “Espanya ens roba”.
Por otra parte, en aquellos tiempos también se
hicieron intentos de crear y organizar una institución central. Así, Prat de la
Riba hizo los esfuerzos necesarios para unirse con “Unió Catalanista”, y Rovira
i Virgili, junto con Nikolau D’Olwer
fundaron la “Acción Catalana” en 1922.
Posteriormente, en 1931, personas de derecha y de izquierda crearon El
“Partit Catalanista Republicá”, que fue un fracaso, como los anteriores.
En la próxima entrega veremos algo sobre el
nacionalismo vasco y otros.
Continuará.
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