Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y en
las próximas, comentaremos algo sobre la historia de los nacionalismos, que no
han traído más que violencia.
En el artículo anterior comentábamos que íbamos a ver
algunas cosas más de esta “raleaza” borbónica de aquello tiempos que, entre
otras cosas, fue la promotora y creadora de la educación laica, además de
expulsar a los jesuitas.
Esta política anticlerical, que había pasado de los
Habsburgo a la dinastía absolutista de los Borbón, suprimió la idea de Estado,
idea que fue suplantada por una norma de gobierno basada en el racionalismo, si
bien la citada “raleaza” borbónica era absolutista y centralista.
Cuando en 1808 Napoleón Bonaparte obligó a abdicar a
Carlos IV, la cosa ya empezó a torcerse, ya que no existían objetivos políticos
comunes que pudiesen beneficiar a los españoles.
En la guerra de la Independencia, la desbandada
política estaba servida, ya que tanto las ciudades como las colonias, así como
los distintos jefes guerrilleros, siguieron caminos opuestos. El deseo y el
ansia de la autonomía política, que jamás habían desaparecido, recibieron un
gran impulso. Las “ideas” unitarias,
absolutistas y centralistas borbónicas no sirvieron para nada, comenzando un
nuevo proceso que sería trascendental.
La citada guerra de la Independencia que duró seis
años (1808-1814) trajo como consecuencia la restauración de la “borbonada”, lo
que llevó a España a una gran división, además de crear varios problemas. Así,
por ejemplo, prácticamente todas las colonias americanas se separaron de
España, así como también los enfrentamientos internos se acentuaron. Y para más
inri, la “raleaza” se dividió en dos bandos hostiles, a quienes se unieron,
según la conveniencia, grupos que sólo pensaban en intereses regionales. El
enfrentamiento estaba servido, llegando al extremo de que Castilla la Vieja,
Navarra, Vascongadas, Aragón y Cataluña se opusieron al gobierno de Madrid,
mientras que ciudades como Sevilla, Granada, Cádiz y Málaga alcanzaron durante
algún tiempo cierta independencia “cantonal”.
Estos estallidos nacionalistas, regionalistas y
separatistas se debieron, entre otras cosas, al incumplimiento por parte de
Madrid de las grandes demandas que pedía la nación.
Por otra parte, dichos estallidos contaron con el
apoyo de ciertos poetas y filólogos, que
consideraron al idioma “materno” como
una representación de lo “nacional”, quedando así el asunto legitimado.
Así, por poner un ejemplo, en 1880 se fundaba el
“Diari Catalá”, por obra y gracia de Valento Almirall, que fue el primer periódico escrito en catalán.
También vascos y gallegos se empeñaron
en lo mismo. ( I )
En la próxima entrega veremos someramente los
asentamientos de estos nacionalismos lingüísticos, carentes de fundamento
histórico
( I ).- “Historias del nacionalismo catalán (1793-1936)”, autor
Maximiano García Venero, 607 páginas,
Editorial Nacional, Madrid 1944, páginas 15 y siguientes.
Continuará.
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