Continuamos con este magnífico libro.
El odio de los terroristas tiene su origen
en lo que dictan, “razonan” y exponen sus líderes. Es decir, la ruta del odio,
por parafrasear el título del libro, queda bien delimitada en cuanto a su
origen, aunque después el recorrido sean el terror, el horror y la sangre.
En la página 102, se puede leer:
“Florencio Domínguez, en su libro Dentro
de Eta. La vida diaria de los terroristas, reproduce un fragmento de la carta colectiva redactada por las compañeras
y esposas de seis presos del GRAPO que, junto a otros, abandonaron la organización, juzgándolos muy
duramente: ‘Está claro que esos elementos ya no tienen nada que ver con los
hombres que nosotras conocimos y quisimos. La cárcel les ha vencido, les ha
humillado, les ha destruido hasta límites deplorables; la lucha se ha
convertido para ellos en una enorme losa; la revolución les parece una utopía
tan inalcanzable como el reino de los cielos; el Partido es para ellos como la
Inquisición y la disciplina revolucionaria se les antoja tan insoportable como
la propia clase que representan [ . . . ] ¿Qué tipo de sentimientos podemos
albergar hacia unos contrarrevolucionarios [ . . .]. Y ante esto no hay amor,
afecto o sentimiento que pueda situarse por encima de nuestras convicciones y
de nuestros principios, no se puede ser un revolucionario y amar a un
contrarrevolucionario’. ¿Fanatismo
político/terrorista o puro sectarismo?”.
También nos narra
Vaquero Oroquieta el silencio que se trata de imponer, y se impuso durante
muchos años, de las protestas y reivindicaciones de las víctimas del terrorismo.
Así, en la página 168, se lee:
“¿A qué se debía esa inhumana ambigüedad cuando no
verdadera y expresa justificación, de los actos terroristas? Tal vez lo fuera
como efecto de las simpatías sectarias derivadas de la afinidad ideológica
existente entre las muy diversas izquierdas. Un tema tabú, no obstante, que muy
pocos se han atrevido a abordar.
Costó años en invertir esa auténtica perversión
social. Y fueron los supervivientes de los atentados y sus familiares quienes
lideraron – ante la indiferencia de los poderes públicos y buena parte de la
sociedad - ese movimiento reparador.
Irene Villa, Cristina Cuesta, Maite Pagazaurtundua, Ana Iríbar, Natividad
Rodríguez, Teresa Jiménes-Becerril y tantas otras mujeres y hombres, dieron
forma a un verdadero movimiento social en el que la Asociación de Víctimas del
Terrorismo (AVT) jugó un papel vanguardista y precursor. Otras diversas
asociaciones civiles, como el Foro Ermua, por su parte, contribuyeron
poderosamente a situar en el centro de gravedad del debate social a las
víctimas”.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario