Así se intitula el libro de Edvard Shevardnadze,
Ediciones B, S.A., Barcelona 1991, 266 páginas.
Como decíamos en la anterior entrega, continuamos con
el capítulo 9, “El día de Chernobil y Arrepentimiento.
¿Qué camino conduce al templo?. He hecho una elección”, al que consideramos
el más interesante del libro.
Y terminamos con lo que el autor nos dice en las
páginas 217 y 218 en las que Edvard Shevardnadze sigue sincerándose y haciendo, muy subliminalmente, una crítica del sistema
comunista:
“Quisiera
señalar que no acuso a nadie de estar comprometido con tales círculos, y no
porque quisiera pasar por un ‘hombre justo’ que absuelve a los demás de sus
pecados. Todos nosotros, incluyéndome a mí, por supuesto, ‘nos habíamos quitado
la misma chaqueta’. Para ser más exacto, pretendíamos, al menos teóricamente,
descartarla. No sólo algunos deseaban realmente, de hecho y no sólo de palabra, desembarazarse de esa chaqueta de corte
totalitarista, mientras que otros no podían hacerlo; y en otros casos la prenda
se correspondían perfectamente con sus figuras, como si la hubiesen cortado
especialmente para ellos. Recuerdo muy bien aún cuán insistentes se mostraron
estos últimos al solicitar que se incluyera una declaración sobre la lucha de
clases en el programa del partido, a lo que Gorbachov respondió: ‘Evocamos la
lucha de clases cuando queremos que la gente pase hambre’. Sería ingenua creer
que las generaciones formadas por décadas de socialismo al estilo cuartelero
podrían fácil y rápidamente readaptar su mentalidad, pero yo quería creer que
era posible porque se trataba de una cuestión vital, y no dejaba de repetirme a mí y a mis amigos
que llegaría un día en el que aprenderíamos a decir la verdad y decirla en el momento adecuado.
Chernóbil
se convirtió en la primera prueba para la ‘glasnot’, y fracasó. Todo queda por
hacer, pensé, aún no hemos hecho sino empezar. Pero lo que vino después fueron
los acontecimientos de Alma, Ata, Sumgait, Stepenokert, Bakú, Tibilisi, Vilna y
Riga; y de nuevo los viejos mecanismos se pusieron en funcionamiento para
simplificar, distorsionar o suprimir por completo la verdad de lo ocurrido. Yo
mismo experimenté el deseo obvio de ocultar al líder del país importantes
detalles de los sucesos de abril de Tibilisi, y por tanto puedo creer a
Gorbachov cuando afirmó no haberse enterado de los acontecimientos de Vilna
hasta después de que se hubieran
producido. Pero esto inevitablemente sugiere la existencia de una especie de
gobierno en la sombra, que pasa por alto y se opone al gobierno legal y recurre
a la desinformación así como a los tanques. O, lo que me es más fácil de creer,
sugiere un deseo de ocultar ese gobierno en la sombra y de apartarlo de la zona
donde reina la claridad y la ‘glasnot’.
En fin, y como siempre, libro recomendado para los
fanáticos comunistas y pedantes marxistas, amén de “hisotorieteros”
aficionados.
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