Como decíamos en la anterior
entrega, en ésta veremos algo sobre el “modus vivendi” de los desesperados
trabajadores de la URSS que, al no poder enchufarse en las instituciones del
sistema, se agolpaban en las ciudades, como era el caso de Moscú, por ejemplo,
que cada año aumentaba su población en 100 mil habitantes.
Después de 15 años de gobierno
comunista, el alojamiento era un verdadero problema porque, entre otras cosas,
los inmuebles destinados a viviendas estaban bajo el orden y control de
“sindicatos de inquilinos”.
Como ya se sabe, el suelo
pertenecía a la colectividad, pero construir viviendas era prácticamente
imposible, ya que el costo de las materias primas era elevadísimo.
Los propietarios de inmuebles, al
ser despojados de sus derechos, quedaron como inquilinos arrendatarios,
midiéndoseles el espacio para vivir. Muchos edificios moscovitas fueron
asaltados. Las familias vivían en un solo cuarto. Ni que decir tiene que las personas que no
pertenecían al partido, tenían que arreglárselas como podían. Vivían aglomeradas
sin ningún tipo de comodidad y sin higiene en condiciones muy penosas.
Por otra parte, no había sitios
de esparcimiento, como clubes, bares o cafés. Todo estaba bajo el control
burocrático de los bolcheviques. La desesperación llevó a mucha gente al
consumo excesivo de alcohol.
El pueblo vivía miserablemente,
excepto los privilegiados del régimen. Se veía por todas partes gente mal
vestida y andrajosa, así como cuadrillas de campesinos hambrientos buscando un
simple mendrugo de pan para no morirse.
Los efectos del hambre fueron
terribles, amén de enfermedades como tifus y cólera. El hambre se produjo,
entre otros motivos, por la negativa del campesinado a sembrar, ya que los
soldados saqueaban sus graneros, desapareciendo prácticamente el pan. Miles de
aldeas quedaron sin habitantes. La emigración estaba a la orden del día. Por
todas partes se veían trágicas caravanas llenas de hambrientos y de moribundos,
especialmente en las regiones del Volga, donde no quedaron ni gatos, ni perros,
ni ratas, ni aves, así como los animales utilizados en las labores de labranza,
una vez muertos, eran devorados ansiosamente.
En la próxima entrega veremos
casos de antropofagia y necrofagia.
Fuente.- “El
imperio soviético”, autor
Dionisio R. Napal, Editorial Stella Maris, Buenos Aires 1932, páginas 173 a
178.
Continuará.
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