El título completo de este libro es “Contra
Occidente. La emergente alianza antisistema”, autor Gustavo de Arístegui,
Editorial, La Esfera de los Libros, S.L., 2008, 470 páginas, incluido el índice
onomástico.
Sencillamente es un libro impresionante, en el que se
nos dice que la alianza contra Occidente es producto de fobias, odios, inquinas
y enemigos promovidos fundamentalmente por el gorila rojo Hugo Chávez, aunque
el resto de los otros sujetos sean aparentemente diversos y heterogéneos, como
“intelectuales” de extrema izquierda, activistas violentos e islamistas
radicales. Los líderes ya sabemos cuáles son:
Evo Morales, Fidel Castro, Hugo Chávez, Muqtada Al
Sadr, líder chií radical de Iraq, Hassan Nasrallach, secretario general del
partido libanés Hizbullah, Ahmadineyad, presidente de Irán, Kim-Jong-Il,
presidente de Corea del Norte, y alguno más.
En la página 155 del citado libro, Capítulo 3
intitulado “El islamismo y el encaje en la alianza antisistema”, se
lee:
“Muchos son los que han observado, con justa
extrañeza, la imperiosa atracción que la izquierda en general y los partidos
socialistas tercermundistas en especial sienten por el fundamentalismo
islámico, mostrando hacia éste una forma de respeto que asombra, pues cabe
preguntarse cómo es posible que una creencia dogmática, pero laica y atea,
pueda admirar otra que basa su identidad en creer en Dios y en sus profetas.
Por izquierdas entendemos, en este contexto, no los partidos socialistas de la
mayor parte de Europa, que se han desprendido ya, y de verdad, de su base
marxista, sino de los que mantienen tesis radicales, además de la mayor parte
de los partidos socialistas del tercer mundo.
Y, sin embargo, la fascinación ejercida por el
islamismo sobre los partidos y movimientos de la izquierda y otros aún más
radicales no es tan difícil de entender si se estudian bien los parámetros
sobre los que ambas formaciones se apoyan.
Cierto es que la izquierda tercermundista y radical no
tiene un Dios propiamente dicho, ni unos profetas, aunque se esfuerza en
tenerlos a base de reconocer la omnipotencia e inhabilidad de su líder y de su
cúpula dirigente. Hay algo de verdad intrínseca e irreducible en el mensaje que
transmiten todos sus colaboradores, a los que parece haber tocado la mano de
la “gracia” del caudillo. Sin embargo, quizá esto no sea tan
importante, sino más bien la coincidencia del objetivo y de las estrategias, y
el paralelismo de tácticas y programas.
En efecto, si dejamos a un lado la teología,
observaremos sin dificultad que los dos movimientos pretenden lo mismo: una
sociedad dogmática en la que sólo se tolera su visión de la realidad y ninguna
otra. Los que entienden esto serán parte del sistema, ya se trate
de muyahidin, progres o radicales. Los que se queden fuera se convertirán
en réprobos, mulhidin o, en el caso de las izquierdas radicales,
fascistas. Lamentablemente algunas izquierdas no tan radicales se embarcan en
esta nefasta costumbre de tachar de “facha” a todo el que no acepte sus
postulados. Todo el que no crea en la verdad y bondad absolutas del sistema
deberá ser eliminado de la sociedad islamista o izquierdista radical de un modo
o de otro, para que no inquieta a los demás ni sea un peligro para la jerarquía
y para la utopía final, para la verdad incontrovertible de su interpretación
del mundo, que quieren imponer a propios y extraños”.
Como siempre decimos, libro recomendado para
“catedraticoides”, “historieteros” y “pensadores químicos”.
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