lunes, 8 de mayo de 2017

Intervención soviética en la República española ( V I )


Con los falsos certificados de los que hablábamos en el anterior artículo, se hicieron grandes compras en los talleres Skoda de Checoslovaquia, además de comprar también en varias empresas francesas y de otras en Polonia y Holanda. Lo curioso del caso es que también se adquirieron armas en la Alemania de Hitler ¡Quién lo diría! 


No todo el material que se compró era de primera calidad. Esto no importaba, a pesar de que por aquel entonces el gobierno de Largo Caballero estaba en apuros porque la situación de Madrid era ya muy comprometida.

A mediados de octubre, cargamentos enteros de armas comenzaron a llegar a la España republicana. La ayuda soviética llegó empleando buques extranjeros, la mayoría de ellos de matrícula escandinava. El «Sindicato privado» del capitán Ulansky, en Odesa, comenzó a emplear barcos españoles, pero su número era insuficiente. Moscú, detenido por la insistencia de Stalin en que se guardase el secreto absoluto a fin de no verse implicado en una guerra, no quería permitir el empleo de naves que tuviesen documentación soviética. Stalin se opuso con más fuerza cuando los submarinos y las chalupas pescadoras en el Mediterráneo comenzaron a atacar y a capturar buques de carga que se dirigían a la costa española.

El capitán Ulansky, se reunió con un jefazo de la KGB, a la sazón  O. G. P. U., para que le facilitase documentos marítimos extranjeros falsificados, cosa que fue hecha con toda perfección. Dicha perfección era tal, que los buques soviéticos cargados de municiones zarpaban de Odesa bajo nombres nuevos, enarbolando banderas extranjeras,  pasando por el Bósforo, en donde los agentes del contraespionaje alemán e italiano vigilaban muy atentamente. Cuando hubiesen entrado en los puertos republicanos y entregado su carga, los nombres se volverían a cambiar por los rusos, y regresarían a Odesa bajo sus banderas propias.

Madrid clamaba desesperadamente pidiendo más aviones, ya que Franco avanzaba sobre la capital, y las escuadrillas nacionales eran dueñas del aire, siendo los aviones de la república inferiores. No obstante se entregaron cincuenta aparatos construidos en Francia, siendo consignados nada más y nada menos que desde China, llegando a España a mediados de octubre cargados en un buque noruego. 

Pero el asunto era en dónde se descargarían. En un principio se pensó en Alicante, pero este puerto estaba bloqueado por los buques de los nacionales. Se pensó en Barcelona, pero el gobierno autónomo catalán estaba dominado por elementos anti stalinistas. Es decir, no se podían descargar: Franco los alejaba de Alicante y Stalin de Barcelona, mientras que el ejército republicano continuaba con su escasez y con sus derrotas.

En estas circunstancias, se ordenó que el cargamento se dirigiese a Marsella, lo que demostraba la batalla silenciosa emprendida por Stalin para conseguir el control completo del gobierno republicano, una batalla que tenía lugar detrás del teatro abierto de la guerra. Es decir: Stalin quería convertir a España en un peón de su juego, pero para ello tenía que aplastar toda oposición en la república española.

Stalin estaba resuelto a apoyar con armas y con hombres tan sólo aquellos grupos de España que estaban dispuestos a aceptar sin reservas su jefatura. 

Durante aquellos días, mientras con una mano Stalin alejaba de Barcelona toda ayuda militar, con la otra dirigía su primer mensaje público a José Díaz, jefe del Partido Comunista español. El 16 de octubre Stalin telegrafió a Díaz: 

«Los trabajadores de la Unión Soviética no hacen más que cumplir con su deber cuando prestan todo el auxilio que pueden a las masas revoluionarias de España.» «La lucha española—continuaba Stalin-no es un asunto particular de los españoles. Es la causa común de toda la Humanidad avanzada y progresista» 

Este mensaje, por supuesto, estaba destinado al Komintern y a todos los adheridos al Soviet en el mundo entero.

El buque noruego se deslizó, finalmente, a través del bloqueo de Franco y descargó sus aviones en Alicante. Al mismo tiempo, otros aprovisionamientos de guerra, incluyendo tanques y artillería, llegaban de la Unión Soviética. Toda España vio este auxilio tangible que realmente venía de Rusia. Los republicanos, socialistas, anarquistas y sindicalistas tenían  solamente teorías e ideales que ofrecer. Los comunistas traían cañones y aeroplanos para emplearlos contra Franco. El prestigio de la Unión Soviética se elevó. Los jubilosos comunistas se aprovecharon todo lo posible.

Continuará.


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