jueves, 11 de mayo de 2017

Intervención soviética en la República española ( V I I )


En 28 de octubre, Largo Caballero, como Ministro de la Guerra, pu-blicó una proclama a la República española que se lee en el libro del comunista Jesús Hernández Tomás intitulado “Yo fui ministro de Stalin”, Editorial Gregorio del Toro, Madrid 1974, 329 páginas Dicha proclama era un llamamiento a la victoria, y decía así: «En este momento tenemos, por fin, en nuestras manos armamentos formidables, tenemos tanques y una potente aviación.». En este libro, del que los de la internacional de la mentira, del odio y del terror no dicen ni mu, se cuenta muchas cosas sobre la intervención soviética. Así nos dice al autor, por ejemplo, que Largo Caballero había abierto de par en par las puertas a los mensajeros de Stalin que venían a “auxiliar” y a “salvar” la República.


También nos habla de los voluntarios que se reclutaban en Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, América latina, sur de África, Escandinavia, los Balcanes y Europa toda, incluso de la Alemania nazi y de Italia, de Australia y de Filipinas, para formar las Brigadas Internacionales.

También nos cuenta Hernández que el Gobierno del Frente Popular de Caballero era una precaria coalición de partidos políticos antagónicos. El pequeño, pero duro y disciplinado grupo de comunistas, mandados por la O. G. P. U., apoyaba al Gobierno de Caballero, pero no lo controlaba. Para Moscú lo más importante era adquirir el control de las Brigadas Internacionales. El núcleo de estas Brigadas eran los primeros 500 ó 600 refugiados extranjeros comunistas enviados desde Rusia. No había entre ellos un solo ruso. Más tarde, cuando las Brigadas aumentaron hasta 25.000 combatientes, no se permitió a ningún ruso alistarse en sus filas. Se había erigido deliberadamente un muro impenetrable entre esta fuerza y las unidades del Ejército Rojo destacadas para servir en España.

Sobre estos brigadistas nos dice el autor al llegar a España a todos se les quitaba el pasaporte, devolviéndoselos raramente. Cuando algunos se “licenciaban”, se les decía que su pasaporte se había extraviado, estando en realidad en las oficinas de la División Extranjera de la O. G.  P. U


Continuará.


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