El Bureau Político, por supuesto, adoptó la política de Stalin. Advirtió a sus comisarios que la ayuda soviética a España debía ser no-oficial y hecha encubiertamente, a fin de eliminar toda posibilidad de envolver a su Gobierno en una guerra. Su última frase, transmitida por los asistentes a la reunión del Bureau po¬lítico como una orden a todos los altos funcionarios del servicio, era la de mantenerse fuera del alcance del fuego de artillería.
Stalin dio instrucciones al general Krivitsky, jefe de los servicios secretos militares soviéticos, autor del libro “Yo, jefe del servicio secreto militar soviético”, ya comentado en este blog con fecha 26 de diciembre de 2016, que a la sazón se encontraba en Holanda. Le decía Stalin: «Extienda inmediatamente sus operaciones para cubrir la Guerra Civil española. Movilice todos los agentes y todas las facilidades disponibles para la rápida organización de un sistema para comprar armas y transportarlas a España. Se despacha a París un agente especial para ayudarle en esta labor. Allí se le presentará y trabajará bajo su supervisión.» (Comentar que Krivitsky fue otro comunista desencantado que se fue de la URSS, escribiendo el libro antes mencionado en el que denuncia el terror del sistema, especialmente las “purgas” del criminal Stalin).
Por fin Stalin decidió intervenir en España. El fusilamiento de Kamenez, de Zinoviev y otra docena de compañeros, (hay quien lo relaciona con la guerra de España), había creado una terrible impresión en los círculos sovietófilos, y la estricta neutralidad adoptada por Moscú en la contienda española suscitaba embarazosas preguntas, aún en los centros más amigos.
Al mismo tiempo, Stalin dio instrucciones a Jagoda, entonces jefe de la O. G. P. U., para que montase en España una rama de la policía secreta soviética. Poco soñaba el omnipotente Jagoda que, a los cinco días de honrarle Stalin con tan trascendente en-
cargo, se le desposeería de su puesto y que, pocos meses más tarde, se alojaría en una de las celdas de la Lubianka, sobre las que había reinado durante tan largo tiempo. Su carrera terminó ante uno de sus propios pelotones de ejecución, el 14 de marzo de 1938, después que él «confesó» haber participado en un complot para asesinar a su sucesor, Léjov, y también a su antiguo amigo Máximo Gorki, el famoso escritor.
El 14 de septiembre, obedeciendo la orden de Stalin, Jagoda convocó una conferencia especial y urgente en su cuartel general de la Lubianka, en Moscú. Frinovsky, entonces al mando de las fuerzas militares de la O. G. P. U., más tarde Comisario de la Marina, se hallaba presente. (Su carrera terminó también inesperadamente, pues «desapareció» en 1939.) Slutsky, jefe de la División Extranjera de la O. G. P. U., y el general Uritsky, del Estado Mayor General del Ejército Rojo, se hallaban presentes también.
De esta conferencia salió el organizador de la O.G.P.U en España, que no fue otro que Nikoklsky, alias Schwed, alias Lyova, alias Orlov, siendo este último alias por el que se le conoció en España.
La conferencia de la Lubianka encargó también a la policía secreta de los Soviets de las operaciones del Komintern en España. Se decidió «coordinar» las actividades del Partido Comunista es¬pañol con las de la O. G. P. U.
Otra decisión de esta conferencia fue que la O. G. P. U. vigilase secretamente el movimiento de voluntarios para España de todos los demás países. En todo Comité Central de los partidos comunistas del mundo entero hay un miembro a quien se ha dado una comisión secreta de la O. G. P. U., y por su mediación habría de llevarse a cabo esta vigilancia.
En muchos países, incluyendo la Gran Bretaña, el alistamiento para luchar por la República española parecía una noble cruzada internacional para salvar a la democracia e impedir la destrucción del socialismo. Jóvenes del mundo entero se presentaron voluntarios, creyendo luchar por estos ideales en España. Pero la España republicana que luchaba contra Franco no estaba unida en modo alguno en cuanto a su política ni en cuanto a sus credos políticos. Estaba compuesta de diversas facciones: demócratas, anarquistas, sindicalistas y socialistas. Los comunistas formaban una pequeña minoría. El éxito de Stalin al apoderarse del control y utilizar a España como arma con la cual fijar las relaciones de Francia e Inglaterra con el Gobierno soviético, dependía de que supiese deshacer la poderosa oposición anticomunista en el campo republicano. Era necesario, por tanto, controlar el movimiento de estos voluntarios extranjeros para impedir que se uniesen con elementos opuestos a la política y a las ambiciones de Stalin
La importante cuestión de organizar las expediciones de armamentos a España quedó resuelta en la conferencia de la Lubianka con la decisión de atender a ello simultáneamente desde Rusia y desde el Extranjero
La fase doméstica de la empresa quedó bajo la dirección del propio Jagoda, asunto este un tanto complicado porque era absolutamente necesario que no apareciese señal alguna de participación oficial del gobierno soviético en ese tráfico. El suministro de armas desde el extranjero, quedó en manos del citado general Krivitsky, que también acabaría siendo “depurado” por Stalin.
Continuará.
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