viernes, 6 de mayo de 2022

Marrullería de Marx


 En cualquier producto que se venda, hay que distinguir el precio de costo y el beneficio. Lo más importante es este último, porque es precisamente  este beneficio el que produce y establece el bienestar social. El primero, el precio de costo de un producto, queda anulado por los gastos de producción.

Este beneficio viene representado, obviamente, por una cantidad de dinero que, a su vez, sirve para comprar otras cosas, o si se quiere, aumentar dicha capacidad de compra.

 Y aquí nos viene el judío Marx diciendo que el exceso de beneficio sobre los gastos de producción representa “el trabajo humano”, concepto que el judío copió de Stuart Mill y que llamó “plusvalía”.

 Esto es mentira, ya que esto no representa “el trabajo humano”, sino la causa que impulsa y mueve precisamente ese trabajo humano.

 A poco que se piense, el beneficio no es más que el deseo de los compradores de adquirir un producto por las causas, motivos y razones que sean. Por tanto, en este beneficio existe una relación de carácter subjetivo-objetiva. Así, de la venta se obtendrán más beneficios si el producto aumenta en calidad, lo que aumentará el deseo de adquirirlo.

 El destruir ese beneficio, como pretendía Marx, sería fatal para la economía, como quedó demostrado con la implosión de la URSS de los amores de muchos, ya que el beneficio depende del consumo, y éste de la productividad. De esto se han dado cuenta los chinos y ahí los tenemos invadiendo medio mundo.

 Pero es igual. Aún sigue habiendo defensores de Marx y de su doctrina colectivista en la que, como ya sabrán no hay desempleo, pero nadie trabaja; nadie trabaja, pero todos cobran; todos cobran, pero no hay nada que comprar con el dinero; nadie puede comprar nada, pero todos son dueños de todo; todos son dueños de todo, pero nadie está satisfecho; nadie está satisfecho, pero el 99% de las personas votaba, y vota, al sistema porque no hay otra opción.



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