El anterior artículo lo terminábamos diciendo que el
rey de Portugal, absurdamente, quería para Juana “ la Beltraneja” el trono
de Isabel. Al mando de un poderoso ejército de 20.000 hombres se internó hasta
el mismísimo corazón de Castilla.
Ante esta circunstancia, Isabel no se acobardó. Todo
lo contrario. Montó a caballo y recorrió todo el reino buscando tropas,
consiguiendo un ejército perfectamente instruido, ya que Fernando era un
experto militar.
Aparte de esto, esta valerosa mujer se encargó de la
intendencia para asegurar comida para su ejército. En la batalla de Toro, 1 de
marzo de 1476, se obtuvo la victoria sobre el ejército portugués.
Una vez terminada esta guerra se dedicó a impartir
justicia, ya que durante el reinado de Enrique IV los tribunales eran enormemente corruptos. Para enderezar
esto, ella misma iba por los pueblos
distribuyendo y administrando la justicia correctamente como si fuese un juez
ambulante. Su proceder era tan justo que el pobre y el oprimido acudía a ella,
y por el contrario los poderosos la rehuían.
Por aquellos tiempos, en el sur de España había casi
tres millones de moros que estaban constantemente hostigando y saqueando
pueblos y aldeas, a pesar de la tregua que había. En diciembre de 1481 el rey
moro de Granada rompió unilateralmente dicha tregua, convirtiéndose España en
un enorme campo de batalla. Para ayudar a Isabel y a Fernando en esta terrible
guerra, llegaron tropas de Inglaterra, Irlanda y Francia, que se pusieron a las
órdenes de los monarcas. El asunto ya sabemos cómo terminó: expulsión y
victoria sobre los moros en el año 1492 con la rendición de Granada.
Unos años antes, se había presentado en Córdoba ante
Isabel un marino genovés con un extraño proyecto para conquistar nuevas
tierras. Este proyecto fue aprobado inmediatamente por la reina, pero rechazado
por su esposo Fernando, que era más reservado y calculador.
En 1488 volvió el marino genovés, Cristóbal Colón, a
presentarse ante la reina de nuevo, quien solamente pudo darle dinero, diciéndole que esperase un poco a ver si se
terminaba de una vez la guerra contra los moros. Una vez terminada ésta, volvió
Colón y obtuvo el mismo resultado: no habría ayuda para la empresa.
Sin embargo el asunto llegó a oídos de Luis Santángel,
que era un rico funcionario de la corte y se interesó por la empresa. El
funcionario y la reina convencieron a Fernando y la empresa se llevó a cabo.
Era poco el dinero que había que desembolsar y mucho el que ganar. Del puerto
de Palos salieron La Niña, La Pinta y La Santa María. El resto, ya se sabe.
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