Vivimos en unos tiempos de apariencia y ostentación, en los que es más importante el aparentar que el ser.
En el aspecto político, el asunto es ya de locura.
Cualquier “político” que salga a la palestra, y según el partido al que pertenezca,
se acepta o se rechaza a ciegas su opinión sobre cualquier asunto, antes que
analizar lo que está diciendo. Los estómagos agradecidos jamás harán ningún
análisis verdadero e imparcial. Lo que les importa es medrar a costa de lo que
sea. Lameculos, rastreros y tiralevitas, siempre los hubo y los habrá.
Los controladores de los “mass-media” saben mucho del
servilismo del “pueblo soberano”. Con media docena de tópicos típicos, se
activan rápida e inmediatamente las conciencias del electorado.
Estos especuladores políticos, al igual que los
económicos, lo único que persiguen son las ganancias, en este caso las
electorales. Nada importa que esté sobradamente demostrado que determinadas
opciones políticas hayan sido un desastre tanto a nivel mundial como nacional.
En el terreno social, y por mor de la falta de
principios éticos y morales, hay muchas personas que lo pasan muy mal por no
poder sostener y sustentar su apariencia, su aspecto, su figura, su empaque . .
. ya sea de triunfo, de conocimiento, de fortaleza, de trabajo, de felicidad
familiar, de asuntos y cuestiones económicas, etc, etc, habiendo gente que
efectivamente valora las apariencias, no sabemos si por ignorancia o por
ineptitud.
En fin, hay muchas personas del “pueblo soberano” que,
por mor de las apariencias, no se percatan de la realidad, lo que conlleva a considerar, pensar y
suponer calidades, rasgos, particularidades, bondades, maldades, cosas
positivas o negativas, etc, de ciertas personas que las pueden arrastrar a sus
entornos. El juzgar y evaluar de forma y manera objetiva, imparcial y justa, es como pedir peras no al olmo, sino a
la mismísima secuoya.
Obviamente, de todo esto, y de otras cosas, se
aprovecha la casta política. Para eso están los medios de difusión, que más
bien son de confusión, el populismo, la demagogia y la logomaquia.
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